

AGENCIA
En pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, en la calle República de El Salvador, se encuentra una de las figuras más enigmáticas y veneradas del catolicismo popular: el Señor del Veneno, un Cristo crucificado de cuerpo completamente oscuro que es resguardado en el Templo de Porta Coeli.
A simple vista, su color negro podría parecer un detalle artístico o resultado del paso del tiempo, pero detrás de él se esconde una leyenda virreinal profundamente arraigada en la tradición religiosa y el mito urbano mexicano.
Un milagro en la oscuridad
La historia cuenta que, siglos atrás, un hombre quiso asesinar a un sacerdote que solía rezar todas las noches frente a la imagen del Cristo. Para lograrlo, untó un veneno de acción retardada en los pies de la figura, sabiendo que el clérigo tenía la costumbre de besarlos al terminar su oración. Pero cuando el religioso se acercó a la cruz, algo sorprendente ocurrió: la figura del Cristo levantó los pies, absorbió el veneno y comenzó a ennegrecerse, de pies a cabeza.
El sacerdote se salvó, y la imagen quedó marcada para siempre. El agresor, testigo del prodigio, se entregó a la justicia y pidió perdón, dando así origen a una de las leyendas más singulares del periodo colonial.
Entre mito y devoción
Aunque hay teorías que intentan explicar el color oscuro del Cristo por la oxidación de materiales, el humo de veladoras o barnices antiguos, para muchos creyentes su negrura es la prueba del milagro protector, un símbolo del sacrificio silencioso.
El Señor del Veneno se ha convertido en una figura espiritual de compasión, redención y refugio, especialmente para personas enfermas o en situaciones límite. Cada 3 de mayo, Día de la Santa Cruz, se celebran misas y peregrinaciones en su honor, reforzando su importancia en la cultura religiosa popular de la capital.
Un Cristo que “escucha”
Muchos de sus devotos aseguran que el Cristo negro “escucha sin juzgar”, que ha hecho milagros en momentos extremos y que es símbolo de un Dios que asume el dolor ajeno. Su figura, al igual que la del Cristo Negro de Esquipulas en Guatemala, encarna la resistencia frente al mal y el sacrificio por el otro.
Más allá del altar
Desde una perspectiva antropológica, el Señor del Veneno es una muestra del proceso de mestizaje cultural y espiritual en América Latina, donde las imágenes religiosas europeas fueron reinterpretadas por las comunidades locales, adaptándolas a sus emociones, símbolos y necesidades sociales.
Su color oscuro evoca el dolor colectivo, la maldad absorbida, y la salvación concedida sin palabras. En una ciudad caótica y vibrante como la CDMX, su presencia silenciosa en el templo colonial de Porta Coeli es un recordatorio de que la fe, incluso en la oscuridad, puede proteger, transformar y perdonar.
En tiempos donde los venenos ya no son solo sustancias letales, sino prejuicios, injusticias y heridas emocionales, el Señor del Veneno continúa siendo un Cristo vivo, que carga con el peso del mal para resguardar a quienes aún creen en la redención.
