


El Mundial de 2026 —el primero en la historia con 48 selecciones y organizado por tres países: México, Canadá y Estados Unidos— se aproxima entre expectativas deportivas y crecientes tensiones diplomáticas. En el centro de la polémica, el presidente estadounidense Donald Trump ha generado controversia internacional por endurecer las políticas migratorias y aplicar nuevos aranceles a sus socios y coanfitriones del torneo.
Medios como AFP y Forbes advierten que la nueva legislación migratoria, que incluye una tarifa adicional de 250 dólares a las visas de no inmigrante a partir de septiembre de 2025, podría tener un impacto directo sobre los miles de aficionados que planean asistir al evento. Esta “Visa Integrity Fee” incrementará el costo del trámite de visa a más de 8 mil pesos mexicanos, poniendo en duda la asistencia masiva de turistas internacionales.
El panorama se complica aún más con la reciente aprobación de la llamada “prohibición de viaje”, que restringe la entrada a ciudadanos de al menos 12 países, incluyendo Irán y Venezuela, dos naciones vinculadas al Mundial, ya sea por clasificación o participación en las eliminatorias.
¿Un Mundial con estadios semivacíos?
De acuerdo con Forbes, las ciudades estadounidenses sede del torneo podrían enfrentar pérdidas millonarias si se reduce el flujo de visitantes. Se estima que tan solo en 2025, el turismo podría dejar de generar 29 mil millones de dólares. La presidenta del Consejo Mundial de Viajes y Turismo, Julia Simpson, no dudó en criticar: “Mientras otros países dan la bienvenida, el gobierno estadounidense anuncia que el país está cerrado”.
Además, el anuncio de nuevos aranceles del 30% para productos mexicanos y del 35% para mercancías canadienses, también ha encendido alarmas en los países vecinos. El presidente Trump justificó las medidas como una acción de reciprocidad y cuestionó a México por su papel en el combate al narcotráfico. Esto generó respuestas diplomáticas, pero también un mensaje firme desde México: “La soberanía no se negocia”, declaró la presidenta Claudia Sheinbaum.
FIFA y organizaciones sociales levantan la voz
Más de 90 organizaciones civiles —entre ellas Human Rights Watch y Amnistía Internacional— enviaron una carta a la FIFA para expresar su “profunda preocupación” ante las restricciones migratorias que podrían afectar la seguridad, libertad y dignidad de los asistentes internacionales. El mensaje es claro: el deporte no puede estar ajeno a las políticas que obstaculizan la inclusión.
A pesar del ambiente tenso, desde la administración Trump se ha asegurado que todos los aficionados serán “bienvenidos” y vivirán una experiencia sin contratiempos. No obstante, declaraciones como la del vicepresidente JD Vance —“Queremos que vengan, se diviertan, vean los partidos. Pero cuando esto termine, tendrán que irse”— dejan entrever una postura inflexible.
¿Mundial o campo de batalla diplomático?
El Mundial de 2026, que debería ser una celebración del fútbol y la unión de naciones, se ve envuelto en una compleja red de tensiones políticas. Mientras los aficionados sueñan con goles, otros temen interrogatorios y rechazos en aeropuertos por el simple hecho de hablar español o venir de determinados países.
Analistas como Andrew Zimbalist, profesor de economía del Smith College, llaman a la calma: “No preveo un impacto significativo… a menos que la situación internacional se deteriore aún más”. Pero lo cierto es que las señales son contradictorias, y el balón aún no comienza a rodar.
¿Será capaz el espíritu del fútbol de romper las barreras migratorias y políticas? ¿O veremos un Mundial empañado por divisiones que van más allá del campo de juego?


