


De la Redacción
El Buen Tono
Córdoba.- La “victoria” electoral de Manuel Alonso, el impugnado y líder del cártel inmobiliario, se asienta sobre un terreno pantanoso de cuestionamientos fundados, alimentados por denuncias de irregularidades y alarmante apatía ciudadana.
El escrutinio de los gastos de campaña por parte del INE, que situó a Movimiento Ciudadano (MC) y al impugnado entre los mayores desembolsadores, es apenas la punta del iceberg de un proceso electoral con olor a podrido.
Samantha Vicentini, ex candidata, ha alzado la bandera de la impugnación, no por resentimiento, sino por anomalías palpables. Sus acusaciones van más allá de suposiciones: describe un panorama desolador de acarreo masivo de votantes, compra descarada de votos y, lo más grave, la presencia de personal del INE en las inmediaciones de las casillas, repartiendo “acordeones” instructivos.
El evento del artista Nelson Kansela, promovido por el impugnado, líder del cártel inmobiliario, se erige como símbolo de una campaña cuyo gasto real, según Vicentini, superó con creces los topes permitidos y lo declarado oficialmente, poniendo en duda equidad de la contienda.
La respuesta oficial, que insiste en que “todo está en regla” según el OPLE, suena hueca frente a la contundencia de las observaciones ciudadanas y de la candidata opositora. La insistencia de ciertos medios en señalar a Vicentini por sus gastos, mientras se minimizan las prácticas del ganador, revela una inquietante parcialidad.
Ella aclara que sus recursos se destinaron a propaganda física (gorras, banderas) y niega categóricamente recibir dinero en efectivo, contrastando con las sombras que planean sobre la opulencia de la campaña de Alonso Cerezo, el impugnado. Pero el mayor indicador de la ilegitimidad no son sólo las denuncias, sino el rotundo desinterés de los cordobeses. La elección se consumó con la participación ciudadana más baja registrada históricamente, un escuálido porcentaje que no alcanzó 40 %. Este dato demoledor es el grito silencioso de una población hastiada, desencantada por una clase política corrupta, misma que seguirá gobernando.


