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La trág¡ca historia de Tilikum, la orca que cambió para siempre a ‘SeaWorld’

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AGENCIA

EEUU.- Durante años, Tilikum fue la estrella indiscutible de SeaWorld. Con más de seis metros de largo y un peso superior a las cinco toneladas, cautivaba a multitudes con saltos espectaculares y juegos acuáticos que empapaban a las primeras filas. Sin embargo, tras esa imagen de entretenimiento familiar se escondía un historial marcado por la violencia y la tragedia.

La tarde del 24 de febrero de 2010, frente a decenas de espectadores, la orca mató a su entrenadora, Dawn Brancheau, de 40 años, arrastrándola bajo el agua durante una función. El ataque provocó fracturas múltiples, lesiones graves y la muerte instantánea de la entrenadora que, desde niña, había soñado con trabajar con orcas.

La historia de Tilikum ya acumulaba antecedentes oscuros. Capturado en 1983 en Islandia, vivió sus primeros años en el parque Sealand of the Pacific, en Canadá. En 1991 participó, junto con otras dos orcas, en la muerte de la entrenadora Keltie Byrne. Tras el cierre del parque, fue trasladado a SeaWorld Orlando, donde en 1999 se le vinculó con el fallecimiento de un joven que ingresó ilegalmente a las instalaciones.

Especialistas en comportamiento animal señalan que el cautiverio prolongado, el aislamiento social y las rutinas repetitivas generan estrés y agresividad en estos cetáceos, que en libertad rara vez presentan comportamientos peligrosos hacia humanos. El documental Blackfish (2013) expuso esta realidad, mostrando las condiciones de encierro y las omisiones de la empresa, lo que desencadenó un golpe mediático y un fuerte descenso en la reputación y asistencia del parque.

Tras la tragedia, la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) multó a SeaWorld por exponer a sus trabajadores a riesgos evidentes. Las protestas crecieron y, en 2016, la empresa anunció el fin de la cría de orcas en cautiverio y la eliminación de espectáculos con contacto directo.

Tilikum murió el 6 de enero de 2017 a causa de una infección respiratoria, tras más de 30 años en estanques de concreto. Su caso no solo marcó un antes y un después para SeaWorld, sino que abrió un debate global sobre la ética del cautiverio de animales marinos.

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