


De la Redacción
El buen tono
Orizaba.- Una nueva víctima de robo de bicicleta en Orizaba denunció públicamente su caso, evidenciando una problemática constante que, según señalamientos ciudadanos, se agrava por la complicidad de cuerpos policiales.
Además, el hecho refleja la desprotección que enfrentan los habitantes y la nula acción de las autoridades municipales para frenar esta situación.
El robo ocurrió en las inmediaciones de la iglesia San Miguel, sitio donde hace semanas también se reportó otro caso. En ambas ocasiones, la policía municipal no detectó ni detuvo a los responsables, pese a contar con la certificación CALEA, de la cual han presumido altos estándares de eficacia.
“La bici de mi chavo la dejé en el área destinada a bicicletas del parque de la iglesia, porque aquí no las puedes dejar donde sea. Aun así, me la robaron”, relató la víctima, al lamentar que al seguir las reglas, terminó siendo blanco de la delincuencia.
El caso pone en evidencia que la infraestructura “diseñada” para la seguridad resulta ineficaz y convierte a los ciudadanos en objetivos fáciles. La falta de respuesta ha generado una percepción generalizada de indolencia por parte de la policía, que ni previene ni resuelve estos delitos.
La recurrencia del robo en el mismo punto revela que las promesas de seguridad son insostenibles y que la presencia policial no disuade a los delincuentes. Habitantes se preguntan de qué sirve la certificación CALEA que Juan Manuel Diez Francos presume, si ni las cámaras de vigilancia están disponibles cuando se necesitan.
Las denuncias más graves apuntan a una colusión entre policías y delincuentes: “Se reparten lo que les dan por las bicis, ya es una mafia arreglada”. Estas acusaciones reflejan una profunda desconfianza hacia quienes deberían brindar seguridad.

