DE LA REDACCIÓN
EL BUEN TONO
CÓRDOBA.– La Policía Municipal de Córdoba vive una crisis de imagen y de disciplina que exhibe el desinterés y la simulación con la que el alcalde Juan Martínez y su director de Protección Ciudadana y Movilidad, Enrique Morales Tolentino, han manejado la seguridad pública.
En las calles se observa lo que el ayuntamiento intenta ocultar: agentes obesos, lentos, mal uniformados y con chalecos que ya ni siquiera les cierran, evidencia de una corporación fuera de control.
Desde enero de 2022, cuando Tolentino asumió la dirección, han anunciado con bombo y platillo entregas de uniformes, chalecos, botas y cascos. En 2022 fueron 472 uniformes; en 2023 se prometieron nuevos equipos tácticos financiados con recursos del Fortamun; y en enero de 2025, el ayuntamiento presumió la compra de 470 juegos de uniformes, 300 pares de botas, 136 chalecos tácticos y 272 placas balísticas. Detrás de esos montos millonarios, no hay un solo programa público de acondicionamiento físico, nutrición o control médico para los elementos.
El 79 por ciento de los policías del país padece sobrepeso u obesidad, según cifras del INEGI, y Córdoba no es la excepción. En la corporación, la falta de control y exigencia física es tan evidente que uniformes nuevos terminan arrumbados porque no les quedan a los policías.
El problema no es individual, sino estructural: una administración que confunde equipar con transformar, y que destina recursos a la apariencia, no a la capacidad operativa, que también es grave.
En tres años de gestión, Tolentino no ha presentado un solo informe que detalle el estado físico de los agentes ni las medidas para revertir la obesidad en la corporación. Tampoco existe en el portal de Transparencia información sobre el índice de masa corporal o exámenes médicos anuales, pese a que estos forman parte de las evaluaciones de control y confianza.
En tanto, la delincuencia gana terreno y los elementos visiblemente fuera de forma. Policías que no pueden correr, que se fatigan en minutos o que no portan correctamente su equipo de protección, representan riesgo tanto para la ciudadanía como para ellos.
Así, Córdoba tiene una policía que se descompone físicamente, al mismo ritmo que su administración moral: una corporación sin mando, sin disciplina y sobre todo sin respeto institucional.


