De la redacción
El Buen Tono
Orizaba.- Habitantes de Ixhuatlancillo manifestaron su indignación y enojo por lo que calificaron como un “teatro ofensivo” montado durante la celebración por el 15 aniversario del mercado Cerritos, donde un grupo de mujeres -ninguna originaria de ese municipio- fue presentado como representante de la cultura indígena local, vistiendo trajes típicos que no les pertenecen.
De acuerdo con los pobladores, el acto constituye una usurpación cultural y una burla hacia la comunidad nahua de Ixhuatlancillo, especialmente porque el evento fue encabezado por el alcalde de Orizaba, Juan Manuel Diez Francos, quien en 2016 fue responsable del violento desalojo de comerciantes indígenas que trabajaban en el centro histórico.
“El ayuntamiento juega con nuestra historia. Primero nos golpearon, nos rodearon gas lacrimógeno y nos expulsaron, y ahora se visten como nosotros para bailar frente a las cámaras”, expresaron varios ciudadanos a través de redes sociales, recordando los episodios de represión que marcaron la relación entre ambas poblaciones.
Los pobladores señalaron que lo ocurrido en los festejos de este miércoles representa una afrenta directa a la memoria de las mujeres, niños y comerciantes que fueron agredidos hace casi una década por policías municipales de Orizaba, cuando el gobierno local decidió limpiar el centro histórico para obtener el nombramiento de Pueblo Mágico.
En aquella ocasión -abril de 2016-, se documentaron golpizas, detenciones arbitrarias, persecuciones y campañas de difamación contra los habitantes de Ixhuatlancillo, muchos de ellos mujeres dedicadas al comercio ambulante. Los mercados Cerritos y de Artesanías, creados después de esos hechos, fueron parte de la estrategia municipal para reubicar y controlar a los vendedores, bajo el argumento del orden urbano.
“Nos arrebataron los espacios donde trabajábamos y ahora hacen espectáculos para fingir respeto a nuestra cultura. Es una burla y una falta de valores”, lamentaron los inconformes, quienes recordaron que las nuevas generaciones crecen viendo cómo las autoridades manipulan la identidad indígena con fines políticos y turísticos.
Para los habitantes de Ixhuatlancillo, lo ocurrido no sólo refleja la pérdida de valores en la administración municipal, sino también una herida social que sigue abierta: una ciudad que se enorgullece de su “Pueblo Mágico”, pero que construyó su prestigio sobre el despojo y la humillación de los suyos.


