AGENCIA
Internacional.- El cambio climático provocado por la actividad humana intensificó los vientos, la lluvia y las condiciones de calor y humedad que impulsaron al huracán Melissa, uno de los más destructivos en la historia reciente del Atlántico, de acuerdo con un análisis publicado este jueves por la organización World Weather Attribution (WWA).
El estudio concluye que las emisiones globales de gases de efecto invernadero aumentaron las velocidades máximas del viento de Melissa en un 7 por ciento (%) y la intensidad de las lluvias en un 16%, además de hacer que las condiciones atmosféricas que alimentaron su fuerza fueran seis veces más probables que en un mundo sin calentamiento global.
Melissa dejó una estela de destrucción en Jamaica, Haití, República Dominicana y Cuba, donde se reportan decenas de muertes, daños severos en viviendas, hospitales, carreteras y cultivos. La tormenta se desplazó lentamente por el Caribe, absorbiendo grandes cantidades de energía del océano anormalmente cálido, cuyas temperaturas eran 1.4°C más altas que en el periodo preindustrial.
“El calor del océano es el motor de un huracán; cuanto más cálidas son las aguas, mayor es la velocidad del viento que puede alcanzar”, explicó Theodore Keeping, científico climático de WWA. Según sus estimaciones, en un clima sin influencia humana, Melissa habría tenido vientos alrededor de 16 km/h menos intensos y habría causado menos daños económicos.
El huracán, con vientos sostenidos máximos de 298 km/h, es el cuarto del Atlántico este año en experimentar una intensificación rápida, fenómeno en el que los vientos aumentan más de 56 km/h en 24 horas. Los expertos señalan que este tipo de eventos se volverán más frecuentes conforme los océanos sigan calentándose.
Los científicos Brian Tang, de la Universidad de Albany, y Andrew Dessler, de la Universidad Texas A&M, coincidieron en que los resultados del análisis son consistentes con las proyecciones científicas actuales sobre cómo el cambio climático está transformando las tormentas tropicales.
“Es un presagio preocupante del futuro”, advirtió Dessler. “Tormentas tan fuertes y destructivas como Melissa podrían volverse menos excepcionales si las temperaturas globales continúan aumentando”.


