
Hoy se esconden, porque en Córdoba ya nadie les cree.
De la Redacción
El Buen Tono
En los arranques de campaña de este 2025, hay una ausencia que no pasa desapercibida: los antorchistas ya no aparecen. Ni sus banderas rojas, ni sus famosos contingentes rentados para el aplauso fácil. El grupo que durante años se hizo visible por su ruido y su oportunismo, hoy prefiere esconderse bajo las piedras.
Su historia reciente es una larga cadena de traiciones, acuerdos rotos y promesas falsas que los han dejado políticamente quemados en Córdoba.
En 2020, tomaron por asalto al PRI desde la Secretaría que controlaba Antorcha Campesina, con Reyna Fernández Sánchez como ficha principal. Manipularon a Jorge García Pérez, entonces dirigente estatal, para apoderarse de la estructura partidista y operar en favor de Janet García Cruz, quien fue candidata en 2021 a la diputación federal y perdió. Antes, ya habían sido responsables del fracaso electoral de 2018.
En 2021 repitieron la fórmula: vendieron una supuesta alianza con Guillermo Rivas, candidato a la alcaldía por Córdoba, presentando listas infladas de militantes. Pero el día de la elección, operaron el voto cruzado que dió como resultado al fracaso de Rivas y permitió a los antorchistas cobrar por debajo de la mesa.
Para 2024, intentaron nuevamente engañar a los candidatos panistas Mariana Ríos y Adrián Pérez Croda con promesas de votos que nunca llegaron. La estructura antorchista, desfondada y desprestigiada, ya no moviliza a nadie, pero aún negocia como si algo representara.
Hoy, sin poder real, sin estructura y sin credibilidad, Antorcha busca sobrevivir brincando entre partidos, renegando del PRI al que exprimieron por años, y tocando las puertas del PAN y el mismo Morena, los mismos que antes calificaban como enemigos ideológicos.
