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Florencia, Italia.- En los jardines de la Villa di Pratolino, en la región toscana de Florencia, se alza una imponente escultura renacentista que ha cautivado a generaciones por su belleza y misterio: el Appennino, una colosal figura de 10 metros de altura creada por el escultor flamenco-italiano Giambologna a finales del siglo XVI.
La estatua, que representa una figura mitológica mitad hombre y mitad montaña, fue erigida como símbolo de los Apeninos italianos, las montañas que cruzan la península de norte a sur. Su superficie, de aspecto rocoso e irregular, está diseñada para imitar el terreno montañoso, integrándose armoniosamente con el paisaje natural.
Pero lo que muchos desconocen es que esta majestuosa obra de arte esconde un complejo sistema de habitaciones internas, cada una con distintas funciones. Algunas versiones históricas sugieren que incluso fue utilizada como sala de reuniones o espacios de entretenimiento para la nobleza.
Uno de sus detalles más curiosos se encuentra en su brazo izquierdo, que sostiene un monstruo cuya boca arroja agua proveniente de un arroyo subterráneo. Además, según los relatos, la cabeza del Appennino contiene una chimenea, y cuando esta era encendida, el humo salía por sus fosas nasales, generando un efecto visual sorprendente y casi mágico.
El Appennino no solo es una muestra de habilidad técnica y estética del Renacimiento, sino también una representación del vínculo entre arte, ingeniería y naturaleza. Esta escultura es un ejemplo emblemático de cómo los artistas de la época exploraron nuevas formas de expresión integrando elementos naturales y estructurales en sus obras.
Hoy, esta maravilla permanece como uno de los tesoros ocultos de Florencia, y continúa fascinando a quienes descubren sus secretos bajo la piedra.

