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Arriban madres que buscan a familiares

Superiberia

Córdoba.- “¿Qué más me pueden quitar?, si ya me quitaron a mi único hijo”. El 24 de diciembre del 2011, la desaparición de Carlos, hijo de Rosalía Castro le causó además de un gran cambio en su vida familiar un dolor inmenso en su corazón, desde hace cuatro años el único deseo que la mantiene con vida es dar con su paradero. 

 

Los hechos 

 

Originarios de la localidad de Huatusco, Carlos y su familia se encontraban disfrutando de las vacaciones decembrinas, se presume, por versiones de “testigos” que la mañana del 23 de diciembre del 2011 mientras circulaba sobre el tramo carretero Veracruz-Tamarindo, en compañía de su pareja sentimental (a quien había ido a recoger al puerto de Veracruz para la Nochebuena), fueron sorprendidos por sujetos armados, quienes los obligaron a descender de su camioneta para ingresar a otro vehículo, cuyo destino se desconoce.

 

Hasta antes de su desaparición, Carlos se desempeñaba como maestro en la Escuela de Bachilleres de Veracruz, Rosalía contaba con un consultorio dental, que desde esa misma fecha dejó de operar. El peregrinar de Rosalía la llevó a integrarse al grupo “Colectivo Veracruz”, que junto con las decenas de mujeres madres, esposas, hermanas y amigas veracruzanas buscan dar con sus familiares desaparecidos.

 

“Me llamó en la mañana para decirme que ya venía del Puerto, pero después ya no me contestó. Yo pensaba que era la señal porque venía en carretera, pero nunca llegó, fue hasta el 26 de diciembre que logré poner mi denuncia de desaparición ante el Ministerio Público”, dijo.

 

“Cuando se llevaron a mi hijo se llevaron el miedo”, a los tres días de desaparecido, Rosalía recibió la llamada de presuntos delincuentes, que le solicitaron la cantidad de 500 mil pesos a cambio de devolverle a su hijo, la poca astucia de los hampones permitió su ubicación y detención por elementos de  la Agencia Veracruzana de Investigación (AVI), sin embargo estos no proporcionaron datos que llevaran a dar con el paradero del profesor. En su búsqueda, Rosalía se topó con presuntos integrantes de grupos delincuenciales quienes asegura la “visitaron” en otras dos ocasiones, a pesar de las amenazas dice ya no tener miedo puesto que éste desapareció junto a su hijo.

 

Será hasta la próxima semana cuando Rosalía se reunirá con el fiscal del Estado, Luis Ángel Bravo, de quien espera informes favorables del desarrollo de las investigaciones, así como su autorización para la búsqueda de rastros de ADN, en los cuerpos que se encuentran en las 10 fosas que ya fueron detectadas y ubicadas entre las zonas de Veracruz, Cardel, Tamarindo, Medellín y el fraccionamiento Colinas de Santa Fe, sitio  donde en abril de este año se encontraron cinco osamentas que permanecen como desconocidas. 

 

Subregistro de desaparecidos 

 

Con el transcurrir de los años, la historia de Rosalía se ha convertido en un eslabón más de la cadena de desapariciones que se teje en México desde hace más de una década. 

 

     En Córdoba el colectivo “Solecito de Córdoba” que preside, Marcela Zurita, cuenta con 70 casos de desapariciones forzadas, denunciadas ante el Ministerio Público (MP), cifra que fluctúa mensualmente al incrementar hasta siete nuevos casos. Ante ello se teme existe un subregistro, debido a que hay algunas familias que por miedo se niegan a denunciar y alzar la voz.

 

Además de la necesidad por recuperar a sus allegados, las mujeres que integran ambos colectivos que ayer por la tarde se dieron cita en la explanada del parque 21 de Mayo de esta ciudad, para sostener un encuentro con la caravana de Madres Centroamericanas, en la que participan féminas de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, coincidieron en que  la “pasividad y opacidad” de las autoridades, mantiene sin avances las investigaciones, a pesar de los años y las reuniones mensuales con los mandos, no presentan avances y los cuerpos sin vida siguen apareciendo, sin que se haga el estudio de compatibilidad del ADN. 

 

El dolor no distingue color, sexo o nacionalidad 

 

Si para un mexicano lograr la ubicación de un familiar desaparecido es un martirio, el peregrinar de una mujer centroamericana es aún mayor. Sus hijos salen en busca del sueño americano y una mejor vida, sin embargo, el destino les ha jugado una mala broma y hasta la fecha no han vuelto a saber nada de ellos.

 

Clarivet Mendoza, madre de Marvin Mendoza, ambos salvadoreños, lleva en su pecho la pena por no saber qué fue de su hijo después de que éste cruzó la frontera sur del país, el pasado 30 de agosto del 2013 recibió las últimas noticias de su paradero. Hoy, bajo el grito de “vivos cruzaron, vivos los queremos”, sostiene que los cientos de jóvenes de migrantes que atraviesan la frontera no arriban a este país con la intención de “invadir”, si no con el único deseo de llevar alimento a sus mesas.

 

Cobijada sólo con una sencilla playera cuyo estandarte es la imagen de Marvin, Clarivet y las 35 madres migrantes que la acompañaban, se unieron en una sola petición, por la  sensibilidad de los mexicanos. 

 

Con lágrimas que por un momento se confundían con las gotas de lluvia, clamó por una conciencia social que permita garantizar la seguridad de los migrantes.

 

“El sistema en que vivimos es injusto, gracias a él estamos perdiendo todo, hasta la naturaleza se está haciendo cruel con los más débiles, en El Salvador no ha habido siembra, no hay maíz, no hay frijol, porque el ecosistema está débil y eso hace que los más pobres suframos las inclemencias”, dijo.

 

El dolor de las mujeres se vio reflejado en su caminata, que en similitud a la Virgen de la Soledad, realizaron por las principales calles de la cuidad, en espera de tocar el corazón de quienes expectantes, se detenían a mirar las fotos de los desaparecidos .

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