

La noche del sábado 17 de mayo se tiñó de luto para la Armada de México: el Buque Escuela Cuauhtémoc, conocido mundialmente como el “Caballero de los Mares”, colisionó contra el icónico Puente de Brooklyn, en Nueva York. El trágico accidente dejó un saldo de dos marinos muertos y 22 heridos, de los cuales 19 fueron hospitalizados. El impacto no solo fue físico, sino también emocional y simbólico, marcando uno de los capítulos más dolorosos en la historia de esta emblemática embarcación.
Un embajador que navegó mares y corazones
El Buque Escuela Cuauhtémoc no es cualquier nave. Desde su botadura en 1982, este velero ha sido la escuela flotante de generaciones de cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar, portando con orgullo los valores de disciplina, paz y honor militar. Su misión va más allá del entrenamiento marítimo: ha sido el rostro flotante de México en el mundo, participando en cuatro viajes de circunnavegación, múltiples regatas internacionales y visitas diplomáticas a decenas de puertos en los cinco continentes.
Su legado: más que una nave, un símbolo nacional
Durante más de cuatro décadas, el Cuauhtémoc ha sido testigo del paso de miles de jóvenes marinos que han aprendido a navegar con métodos tradicionales —sextante, velas y brújula—, sin depender de la tecnología moderna. En 2011, su historia se entrelazó con un avance social importante: la incorporación de mujeres a su tripulación, abriendo así las puertas a la inclusión dentro de la vida naval.
Su escudo, rico en simbolismo, muestra un rostro que sopla viento al poniente y un sol crepuscular en honor al emperador Cuauhtémoc, consolidando su figura como ícono de la Marina mexicana.
Una pérdida que duele más allá de las fronteras
El impacto del accidente ha trascendido las filas de la Armada. La conmoción se ha sentido en todo el país y entre comunidades mexicanas en el extranjero. El Cuauhtémoc no solo transportaba tripulantes, sino también el orgullo de una nación y su historia naval. Las autoridades han prometido investigar a fondo las causas del accidente y rendir homenaje a los marinos caídos.
Hoy, México no solo lamenta la pérdida de vidas humanas, sino también el golpe a uno de sus más nobles símbolos. El “Caballero de los Mares” ha surcado océanos con dignidad, llevando la bandera nacional por el mundo. Y aunque su casco esté herido, su espíritu sigue firme en el corazón de los mexicanos.
