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Candidatos se dicen honestos

Superiberia

Córdoba.- Candidatos de los diversos partidos políticos coinciden en la postura de la Iglesia de no tener una doble moral al presentarse ante la sociedad durante las campañas electorales para lograr la simpatía de los votantes y aseguran que no llegan con promesas, sino con propuestas para el progreso del Distrito 16 con cabecera en Córdoba.

 

Juan Gerardo Perdomo, candidato del PAN, dijo: “Soy una persona que fui educada dentro de los valores de la familia y no he manejado una doble moral. La gente me conoce, sabe quién soy”.

 

Agregó que no tiene una intención oculta que no sea la de trabajar.

 

El candidato del PRI, Marco Antonio Aguilar Yunes, dijo “que para saber quién es alguien, debe uno saber qué ha hecho en su vida. La doble moral de quienes se persignan por un lado y atizan con todo, denigran y difaman; eso se debe reprochar”.

 

En el tema de las promesas que no se pueden cumplir, indicó que desde el inicio de la campaña se ha dado a conocer a la militancia que estarán marcados por la honestidad, ya que la ciudadanía está hasta el cansancio de promesas.

 

Luis Zamudio Toledano, abanderado del Partido Humanista, dijo que las declaraciones del padre Lázaro Prado motiva a ser más propositivos y realistas, y no prometer lo que no se puede cumplir.

 

“El ciudadano tiene que valorar quién es quién; y nosotros al final de cuentas nos presentamos como somos. No me avergüenzo de ser político. Quiero una política limpia y ética. No puedes hacer política sin la ética y eso es lo que ha dado al traste a la política”. 

 

Finalmente, Patricia Figueroa, candidata del Partido de la Revolución Democrática (PRD), dio a conocer que la doble moral en el discurso y en la política es inaceptable y arriesgada, porque al final, quien la practica, se ve exhibido por su fracaso y rechazado por aquellos ante los que tenía la obligación de ser coherente.

 

“La política sin ética se convierte en una actividad vacía, sin escrúpulos, ni respeto por sí mismo, ni por los otros, con el riesgo de caer en una operatividad, en una ‘practicidad’, cuya única justificación son los objetivos a alcanzar, los cuales se está dispuesto a lograr sin tener en cuenta el deber ser obligatorio”.

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