


De la redacción
El Buen Tono
Córdoba.- Lo que alguna vez fue un club con visión colectiva y espíritu comunitario, hoy ha sido transformado en un escenario marcado por el interés personal, el amiguismo, la improvisación y, sobre todo, la mentira.
Al frente de esta administración se encuentra Martín Becerra, político de oficio y manipulador consumado, cuya experiencia adquirida en la política ha sido utilizada no para construir, sino para tejer redes de control, engaño y conveniencia personal.
Su facilidad de palabra y habilidad para disfrazar mentiras como verdades a medias lo han convertido en alguien peligroso para cualquier institución que busque actuar con ética y transparencia.
Becerra no solo domina el discurso, sino que lo moldea a su antojo, utilizando promesas vacías, cifras maquilladas y justificaciones superficiales para mantener la apariencia de progreso. Su capacidad de convencimiento ha logrado que incluso decisiones claramente erróneas o dañinas sean aceptadas inicialmente por buena parte de los socios, quienes, con el paso del tiempo, terminan descubriendo el verdadero alcance de los engaños.
Junto a su primo Rodolfo Becerra, actual presidente del Consejo Administrativo, y sus allegados Víctor Menéndez, han tomado decisiones arbitrarias y costosas, ocultando información, evadiendo rendición de cuentas y debilitando la confianza de los socios.
La remodelación de la alberca: un ejemplo de varios.
Uno de los casos más claros de mala gestión fue la remodelación de la alberca. Se eligió el material chukum, totalmente inadecuado para el clima húmedo de Córdoba, sin realizar estudios técnicos ni consultar con expertos o socios. Tras aplicarlo en dos ocasiones fallidas, el material tuvo que ser retirado y reemplazado por azulejo tradicional. El resultado: material desperdiciado, tiempo perdido y dinero malgastado.
Todo esto, mientras Martín Becerra seguía prometiendo resultados y manipulando la percepción de los socios sobre el verdadero estado de la obra.
En 2023, bajo el argumento de una mejora integral para el club, el Consejo Administrativo impuso una cuota extraordinaria prometiendo el techado de las canchas de tenis, la construcción de tres canchas de pádel y la mejora del sistema de riego en el campo de golf.
El resultado: el techo nunca se realizó, las canchas se entregaron con retrasos y sobrecostos, y el sistema de riego continúa con deficiencias.
Mientras tanto, el discurso oficial siguió vendiendo falsas expectativas, cuidadosamente diseñadas para mantener el control y evitar cuestionamientos.
Intimidación y ambiente laboral tóxico
El entorno dentro del club también se ha visto afectado por prácticas autoritarias. El personal —desde instructores hasta administrativos— trabaja bajo amenazas de despido si no acata las órdenes del llamado “grupo Becerra”. La crítica está prohibida y la disidencia, castigada. Esta política de miedo y sumisión deteriora no solo el ambiente laboral, sino también la operación general del club.
La historia se repite.La estrategia de engaño y control no es nueva en la trayectoria de Martín Becerra. Su paso por el Ayuntamiento de Córdoba fue igualmente marcado por la opacidad, la improvisación y la manipulación política. Fue designado como tesorero sin experiencia técnica, protegido únicamente por intereses políticos, y dejó tras de sí una gestión plagada de irregularidades.
Ahora repite ese mismo modelo en un espacio que debería servir a los socios, no a intereses personales.
Los socios están hartos y cansados: cansados de las mentiras, del manejo arbitrario, de los abusos de poder y de ver cómo un proyecto comunitario se convierte en el feudo de una familia que, en lugar de servir al club, lo utiliza como herramienta de poder personal.
Es momento de decirlo con claridad: los socios no quieren que esta familia —en particular— siga sintiéndose dueña del Club Campestre Cordobés. No lo son y deben dejar de actuar como si lo fueran.

