in

Colores y aromas

Superiberia

Toda una tradición

En las Altas Montañas, la llegada de Todos Santos es una tradición que persiste, por lo que, desde el día 30 de octubre, se instalan los puestos que dan vida a esta tradición, donde cientos de familias recorren las largas filas instaladas en el Centro de Zongolica.

Aquí, se pueden encontrar artículos como copal, veladoras, canastos, vajillas de barro para el mole, arroz, chocolate, floreros, calaveritas y muchos artículos más con que se adornan los altares de los Fieles Difuntos.

Desde el día 30 de octubre reciben con un camino de flores de cempasúchil a los bebés que fallecieron y no fueron bautizados; mientras que del 31, al mediodía se da la bienvenida a los niños, posteriormente el 1 de noviembre, se recibe a los Fieles Difuntos adultos y se coloca en el altar la comida que más les gustaba, ellos, según la creencia, se van al día siguiente.

Desde la calle forman un camino hasta el interior de la casa donde está ubicado el altar familiar tapizado con flores, comida y bebidas propias de la región.

La mayoría de los habitantes acude el 1 y 2 de noviembre al camposanto para llevar flores, así como limpiar los sepulcros que guardan los restos de sus seres queridos. Ahí hacen oración, donde familias enteras llevan comida al panteón para pasar el día.

Esto produce una importante derrama de recursos para los habitantes de esta zona náhuatl, ya que de alguna forma se reactiva la economía de esta región marginada, pobre, que aún conserva la tradición de sus antepasados.

Mitos y leyendas

Amatlán.- Las historias de brujas datan desde 1456 y este municipio no esta exento de estos relatos, según datos recabados por Hugo López Hernández; tras la recopilación que realizó el antropólogo Luis Reyes García en este municipio, hay varias anécdotas.

En esta ocasión, López Hernández contó una historia en la que: “Jaime, un menor de 12 años vivía cerca del arroyo Tepetlapa, en la colonia Altepezinatl y siempre le gustaba ir a nadar y jugar a ese río  con sus amigos y su primo Héctor de 13 años”.

En ese entonces el agua de este lugar era limpia y los árboles de la ribera daban posibilidades de convivir con la naturaleza. Un día Jaime y su primo Héctor vieron cruzar por este lugar a una viejita que llevaba cargando un costal con ropa para lavarla.

-Jaime preguntó a su primo ¿Te has dado cuenta que esa señora siempre que venimos aquí aparece?- Héctor respondió: Es doña Carmela, dicen que cura de espanto y esas cosas, vive al fondo de tu calle, pero no le prestes atención.

Pero Doña Carmela no les quitaba la mirada de encima, cuando ellos se retiraban del río observaron a la mujer, quien tenía los labios partidos.

Jaime fue llamado a cenar, él vivía solo con su mamá, sus abuelitos vivían en La Patrona y su papá se había ido, le preguntó a su mamá -¿Ma, quién es la señora que vive al fondo de la calle? Su mamá respondió: Es doña Carmelita hijo. Es una viejita que se quedó sola y vive con sus gatos, casi no sale de día más que para lavar su ropa o ir a comprar, siempre lleva su rebozo cubriéndose la cara tal vez por el calor o ya por su edad, cura de espanto y mal de ojo, ¿Por qué me preguntas?-Por nada mami, curiosidad, respondió Jaime. Terminando de cenar, llegó a su casa la comadre de su mamá, doña Tencha.

El menor escuchó la plática sobre un nahual o bruja que había “chupado” a su sobrino de cuatro años y le habían dejado varios moretones en su cuerpo, no pasó mucho tiempo y Jaime se fue a acostar. En la madrugada se despertó tras escuchar ruidos extraños en su casa que era de lámina y madera, de repente observó un resplandor como una bola de fuego alejarse.

Del miedo despertó a su mamá, pero ella no le creyó. Al día siguiente, Jaime le contó a Héctor lo ocurrido y éste le dijo: ¡Es un nahual o una bruja! Creo que querían ‘chuparte’, Jaime respondió: ¿chuparme? ¿No entiendo? Héctor le contestó: Sí, absorberte la sangre, me contó mi abuelito que eso hacen las brujas para vivir más y sólo se alimentan de sangre de niños, jóvenes o adultos.

Héctor retó a Jaime a visitar la casa de la anciana y sí había cosas raras que la delataran como bruja le pagaría a Jaime dos vueltas en la rueda, pero si no era así tendría que hacer quehaceres en casa de su primo.

Antes de ir a casa de doña Carmelita, Héctor llevaba un ojo de venado, como amuleto para evitar que lo atacara. Una vez en el patio, donde según ellos entraban sin ser vistos por la mujer, ésta se percató de su presencia y los invitó a pasar.

-¡Pásenle mis niños! Esperaba desde cuándo que me vinieran a visitar, a Héctor y Jaime les parecieron muy raras las palabras de la señora.

-¡Siéntense mis niños! ¿Díganme que les ofrezco? -Amm nada señora, sólo pasábamos por aquí, es que se nos perdió una pelota, respondió Héctor, Jaime se había quedado mudo, pues estaba asustado.

-No se preocupen mis niños si la encuentro se las doy, -¡sí, bueno, ya nos vamos doña! Responde Héctor, -¡no se vayan, quédense a cenar conmigo! Soy una viejita sola, nunca nadie me visita, por favor- les dijo la anciana.

La mujer les sirvió rellena con frijoles. Luego de cenar Héctor y Jaime se despidieron, la viejita les dijo: ¡mis niños duerman bien que los iré a visitar. Esa noche los dos durmieron satisfechos, pero Jaime al despertar vio en sus brazos, piernas y pecho “chupetones” o moretones, se asustó mucho y gritó.

Ante el temor que le ocurriera lo mismo otra vez, hicieron un preparado contra las brujas untándole en los moretones ajo, agua bendita, un ojo de venado con un listón rojo. Ya que le provocaría comezón en los labios, lo que generaría que se los mordiera y así descubrirían quién lo atacó.

También fueron a la casa de la bruja para esconderle sus pies, pues según se los quitan cuando salen por las noches. Cuando llegaron observaron a la viejita transformarse en una bola de fuego, ya se había quitado los pies.

Jaime tenía mucho miedo, pero Héctor le recordó que una niña había fallecido luego de que le aparecieron los moretones, así que, decididos, buscaron entre la ceniza del bracero los pies de la bruja y se los llevaron.

Fue en un terreno en donde los chicos enterraron los pies. Al día siguiente Doña Carmelita había muerto, quienes la levantaron vieron que sus labios estaban muy lastimados y no tenía pies, así los vecinos dijeron que ella era la bruja. 

Cuando el ataúd fue abierto para colocar un crucifijo se percataron que ya no estaba el cuerpo, cuenta le leyenda que en ese predio siguen enterrados sus pies (L.G.).

Nuestra señora

de Santa Ana

Atzacan.- La historia data desde hace más de 200 años, cuando la figura de una Virgen se apareció a dos campesinos entre la siembra de maíz y la llamaron Nuestra Señora de Santa Ana.

“Dos campesinos estaban trabajando el campo de maíz, de repente uno de ellos alcanzó a escuchar el replicar de las campanas y fue cuando el señor Gregorio Carrillo se levantó y le dijo a su compañero Vicente “N”, si había escuchado lo mismo, pero él le respondió que no, pasaron los minutos y volvieron a escuchar las mismas campanas, fue cuando uno al otro se preguntaron, ¿cambiarían las campanas de la iglesia?, fue cuando terminó su jornada laboral y se dirigían a sus hogares, sin saber lo que el destino les tenía preparado”, declaró un familiar de Carrillo.

Cuando iban caminando encontraron la imagen de la Virgen junto con otra más pequeña, que se dice sería su descendiente, pero la imagen más grande estaba sentada en una silla, fue cuando decidieron quedarse con ellas y las llevaron a sus hogares, pero los feligreses pidieron que fueran llevadas a la iglesia, sorprendentemente la imagen de la Santa desapareció del lugar y fue encontrada en la casa del señor Gregorio y ahí permanece desde entonces.

CANAL OFICIAL

Presentan a medios al nuevo vicerrector de la UV

Boxeadores piden apoyo