


Las relaciones humanas son por demás complejas, o porque nosotros mismos las complicamos o porque el desacuerdo nos es inherente. Los argumentos suelen ser reemplazados por la violencia, tanto a nivel individual como entre países, los que al fin y al cabo son conformados por personal.
El hombre en su curso hacia el progreso ha desarrollado letal armamento para arrebatarle la vida en serie —y en serio— a congéneres defensores de una causa distinta a la del que dispara. El frágil equilibrio en que se sostiene el mundo actual es susceptible a ser alterado por cualquier imprudencia ocasionada por la sed armamentista, el hambre del poder, la gula expansionista y/o el temerario fanatismo religioso.
A Estados Unidos, la superpotencia predominante luego de la Guerra Fría, se le calienta el saturado y desordenado entorno. Obama izó la bandera blanca apenas pisó la Casa Blanca: no más Irak, salir de Afganistán, cierre de Guantánamo, Reforma Migratoria y otras ingenuidades más. El primero en irse con la finta fue el comité del Premio Nobel de la Paz. Pero llegó la Primavera Árabe, primero Túnez y luego Egipto. Libia y Siria envueltos en sendas guerras civiles. Imposible salir de Afganistán, Se liquidó a Bin Laden, pero las secuelas de Al Qaeda y el fanatismo del Estado Islámico de Irak y Levante —EIIE o ISIS— han materialmente convencido a Estados Unidos —aunque usted no lo crea— a armar a combatientes terrestres irakies así como a rebeldes sirios e incorporar a sus propias tropas por aire para contender activamente con la milicia del ISIS, integrada por diez mil hombres y con recursos de dos mil millones de dólares. Agregamos la recurrente guerra entre Israel y los palestinos de Hamas, que convulsiona a toda la región. Por si no fuera suficiente, Putin en la más pura versión stalinista decide invadir Crimea y amenaza a Ucrania oriental. China significa una velada asechanza. Las dos Coreas coexisten en incesante tensión. Los países del Brics como tales menosprecian la autoridad norteamericana. La Unión Europea golpeada por severa crisis financiera encara discordias internas, aunado a la incontenible inmigración de radicales musulmanes, intolerantes a otras religiones. América Latina será materia de preocupación del sucesor del saturado Barack Obama. Es ineludible agregar la desatada epidemia de ébola en África Occidental, la cual ha cobrado ya dos mil 400 vidas.
Es en este sombrío panorama en que el papa Francisco pronuncia un oportuno y certero mensaje que bien podría servir de inspiración a la próxima 69 Asamblea General de la ONU a celebrarse los próximos días en Nueva York. Sostiene Francisco que el mundo actual vive una tercera guerra combatida por etapas, mediante crímenes, masacres y destrucciones, azuzada por intereses espurios como es la codicia y tolerada por una especie de indiferencia cainista, la cual ha sido ya indulgente con pasadas crueldades. Exclama el papa Francisco que la guerra es una locura alimentada por la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder, en que se dispone de las vidas de otros, truncando planes y destinos. Prevalece en todo momento el “a mí qué me importa”. Coinciden intereses, codicia de dinero y poder, estrategias geopolíticas y la industria armamentista, cuyo corazón se ha corrompido por especular con la guerra. Planificadores del terror abandonan la postura de Caín, que tras asesinar a Abel no derramó una sola lágrima.
La Asamblea de la ONU, aparador anual de mandatarios que censuran violencia, pobreza, insalubridad y otros males universales. Resultados prácticos: ninguno. Entre los objetivos de la ONU destaca el mantener la paz internacional y la seguridad, desarrollar relaciones amistosas entre las naciones y cooperar en resolver problemas internacionales económicos, sociales, culturales y humanitarios. Mera utopía.
Con todo y la ONU, como Caín y Abel, sin derramar una sola lágrima.
*Analista
jrubi80@hotmail.com


