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Crónica de una tragedia

Superiberia

Tlahuelilpan.- En una crónica tomada de la revista 2203 de Proceso, señalaron como ocurrieron los fatídicos hechos, donde al menos 85 personas perdieron la vida y 81 más resultaron lesionados.

A través de la luz que proyecta un reflector se dibujan las siluetas rígidas de los cuerpos calcinados sobre una tierra carbonizada. Están regados y en posiciones disímbolas: uno quedó bocarriba, con los brazos al aire, sus manos como garras y su rostro con un rictus de dolor.

Son las 02:00 horas del sábado 19. Siete horas antes el lugar parecía una fiesta: cientos de hombres y mujeres, muchos de ellos acompañados de niños, se amontonaban debajo del géiser de gasolina de más de 10 metros de altura expulsado de una toma clandestina abierta en el ducto de Tuxpan a Tula. Decenas de lugareños recogían el combustible con cubetas y bidones ante la mirada impávida de soldados.

“Se desbordó la gente; hubo euforia para llenar bidones”, admitió el gobernador de Hidalgo, Omar Fayad Meneses.

A las 18:56 horas la euforia se convirtió en pánico. El combustible se incendió y una aterradora llama transformó la milpa en un infierno. Hombres y mujeres corrían incendiados como antorchas lanzando alaridos de dolor; otros se revolcaban en el pasto y la tierra para aplacar las llamas, ayudados por vecinos que no fueron alcanzados por el fuego. Las autoridades decían que hubo 21 muertos al instante y que otros 71 lugareños sufrieron quemaduras de distintos grados. Medio centenar se reportaba como desaparecidos.

En la madrugada del sábado 19, sobre el terreno, el reportero Mathieu Tourliere contó 54 cuerpos calcinados. Estaban regados alrededor de la toma clandestina.

A las 00:45 horas del sábado 19 el presidente Andrés Manuel López Obrador llegó a la zona de la tragedia. Con el semblante adusto, ingresó rápidamente al Colegio de Bachilleres de Tlahuelilpan, donde se unió a los integrantes de su gabinete.

Prometió que “habrá más vigilancia y atención”.

Es la misma madrugada y cientos de pobladores, desesperados y ansiosos, rompen la valla de los militares e ingresaron al lugar de la tragedia. Caminan sobre la tierra calcinada. Cuando ven un cuerpo lo alumbran con sus celulares. Angustiados, buscan a sus familiares y conocidos.

Se escucha un llanto desgarrador. Una mujer acaba de identificar el cuerpo de su hijo, teniendo a unos metros de distancia la toma clandestina. Los vecinos guardan silencio en solidaridad, pues el luto es colectivo.

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