

AGENCIA
Nacional.- Por más de cuatro décadas, el Buque Escuela Velero Cuauhtémoc ha surcado los océanos con una misión clara: Formar marinos íntegros, embajadores del mar y del alma de México.
Desde su concepción en los astilleros de Bilbao, España, hasta su abanderamiento en Veracruz en 1982, el Buque Escuela Cuauhtémoc se ha convertido en mucho más que una embarcación: Es un símbolo viviente del espíritu mexicano, una escuela flotante que fortalece el carácter, la disciplina y el compromiso de quienes aspiran a servir a la Patria desde la mar.
Su origen está anclado en una anécdota de visión y determinación. Cuando el entonces presidente José López Portillo preguntó al secretario de Marina, Almirante Ricardo Cházaro Lara, por qué la Armada no tenía un velero de instrucción, la respuesta fue tajante: No había presupuesto. “Almirante, consiga uno. Lo paga la Presidencia”, respondió el mandatario. Así nació el proyecto que trajo al velero Cuauhtémoc a la vida.

Una escuela del alma en altamar
Desde su primer crucero de instrucción, “Operación Barlovento 82”, el Cuauhtémoc ha formado a más de 40 generaciones de cadetes, convirtiéndose en una verdadera escuela del carácter. Navegar por los océanos no es solo un ejercicio técnico o académico; es una lección de vida donde cada amanecer en altamar, cada maniobra y cada tormenta enseñan algo esencial.
A bordo se combinan la teoría aprendida en aulas con la rigurosidad de la práctica diaria: maniobras de vela, simulacros de emergencia, clases de derecho naval, historia, literatura y cultura. La formación es integral y se imparte por hombres y mujeres de mar experimentados que transmiten no solo conocimientos técnicos, sino también los valores fundamentales de la Armada de México: Honor, Deber, Lealtad y Patriotismo.

Un espacio donde todo México navega
Con 90.5 metros de eslora, 12 de manga y cuatro cubiertas, el Cuauhtémoc alberga a más de 250 tripulantes. A bordo, el espacio es estrecho y la convivencia intensa. Las literas compartidas, las rutinas rigurosas, y los turnos ininterrumpidos tejen una hermandad sólida entre los cadetes. Los “coys”, como se les llama entre compañeros, aprenden a confiar, colaborar y resistir juntos.
Lejos del glamour de las postales náuticas, la vida a bordo es exigente. Diana suena al alba, las maniobras son constantes y el tiempo libre es escaso. Sin embargo, también hay momentos de alegría: se celebran cumpleaños, fiestas patrias, Navidad y Año Nuevo, incluso fines de semana más relajados si el clima lo permite.
Embajador del mar, embajador de México
El Cuauhtémoc no solo forma marinos; representa a México ante el mundo. Con su mascarón de proa -una imponente efigie del emperador Cuauhtémoc esculpida por Juan de Ávalos- y su pabellón nacional ondeando con orgullo, el velero ha llegado a cientos de puertos en más de 60 países, llevando consigo un mensaje de paz, amistad y cultura mexicana.
Su impecable presentación, disciplina y calidez humana le han valido múltiples galardones internacionales. Entre ellos, destaca el Trofeo Cutty Sark, la Copa Tetera Boston, y reconocimientos en Génova, Ruán y Osaka. Ha sido el buque mejor presentado, el más impactante en entrada y el más representativo en encuentros marítimos.
Crucero 2025: Navegando en memoria de la independencia
Este año, el Cuauhtémoc zarpó para el Crucero de Instrucción “Consolidación de la Independencia de México 2025”. Con 147 cadetes a bordo -entre ellos, la cadete Angie Arlette Cruz Monroy, quien expresó el honor de representar a México-, este viaje conmemora la histórica acción de la Armada al expulsar el último reducto español del territorio nacional.
Bajo el mando del Capitán de Navío Víctor Hugo Molina Pérez, el buque cruzará mares y fronteras, reafirmando su misión de forjar marinos preparados para servir con entrega. En cada puerto, será un puente entre la nación mexicana y el mundo.
El espíritu que no se oxida
Más allá de los reconocimientos, las millas navegadas y las maniobras precisas, el Cuauhtémoc se ha convertido en una leyenda flotante. Una leyenda que une generaciones, que rinde tributo al mar y que honra a México en cada ola surcada.
En sus maderas brilla no solo el barniz, sino la historia; en su jarcia se enredan los sueños de quienes aspiran a llevar a México en el corazón y en la bandera; y en su mascarón, Cuauhtémoc, “el águila que desciende”, sigue señalando el camino del valor, la resistencia y el deber.

Porque en el Cuauhtémoc no se enseña a navegar únicamente… Se enseña a vivir con coraje.
