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Daesh, se vuelve contra  sus creadores

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Su rostro fue el más difundido por la prensa en los últimos tres días, su nombre el más consultado en el internet y él mismo fue el hombre más buscado  en toda Europa. Inicialmente se le ubicó en Siria, donde fue entrenado en las artes mercenarias y ocupaba una posición relevante 

en el Estado Islámico, después se dijo que estaría refugiado entre Bélgica y España, pero en realidad  estaba en París, frente a las narices de las autoridades francesas y no sólo es considerado el  organizador de los atentados del pasado 13 de noviembre sino que él mismo estuvo en la “zona cero” supervisando la masacre.

 

Es más, planeaba, según lo que se sabe, llevar a cabo un cuarto ataque terrorista ya sea en el aeropuerto Charles de Gaulle o en algún centro comercial de renombre. Es Abdelhamid Abaaoud, de 28 años y quien falleció en el operativo policiaco de élite realizado la madrugada del miércoles en la comuna de Saint-Denis. Fue acribillado a balazos, su cuerpo habría recibido unos 200 disparos de los policías y su identidad fue confirmada por la procuraduría a través del reconocimiento de huellas digitales. Así, la noticia del día fue que el yihadista más buscado cayó bajo las balas de sus cazadores.

 

Sin embargo, aún con la sensación noticiosa de su identidad confirmada -y que dio la vuelta al mundo en instantes- el hecho confirma las tesis más temidas por el propio gobierno francés y los regímenes del resto de Europa: los asesinos de 129 personas la noche del viernes 13 de noviembre en la Ciudad Luz no fueron radicales extranjeros sino yihadistas nacidos, crecidos y educados tanto en Francia como Bélgica. La  “semilla yihadista” creció  en tierras europeas y en algunas partes ya están dando ‘frutos’ para el Daesh, como afirman los analistas.

 

Al momento han sido identificados cinco de los siete atacantes del viernes pasado además de Salah Abdeslam, quien se encuentra prófugo y el mismo Abaaoud. Todos ellos son europeos. Nacido en 1987 en la comuna belga de Molenbeek-Saint Jean, el terrorista Abaaoud es hijo de un migrante marroquí dedicado al  comercio de ropa. Asistió a una escuela católica y se educó en el sistema occidental. Creció al lado de Ibrahim y Salah Abdeslam –otros dos de los atacantes de París- y fue encarcelado en el 2010 por robo en Bruselas, y en prisión se habría radicalizado al Islam. Tras salir de la cárcel emigró a Siria donde se enroló formalmente en el Estado Islámico y llegó a ocupar un liderazgo importante al ser encargado de reclutar nuevos miembros en Europa y organizar atentados en este continente.

 

Los yihadistas lo conocen también con los sobrenombres Abou Omar Soussi, Aboud Omar Al-Baljiki y Abou Omar Le Belge y de acuerdo a los servicios de inteligencia francesa, Abaaoud está implicado en otros actos terroristas en Europa como el frustrado ataque a balazos en el tren conocido como Thalys que cubre la ruta Bruselas-París el 11 de agosto pasado y la ejecución de tres personas en el Museo Judío de Bruselas en mayo del 2014. También es uno de los más de cinco mil europeos que actualmente están en Siria e integran el ejercicio de mercenarios del Daesh.

 

El “Frankenstein” mortífero

 

Poderosa como ninguna otra organización terrorista musulmana, incluso superior en militantes y recursos financieros de la propia Al Quaeda, autora de los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre del 2001, el Estado Islámico (EI), ISIS o Daesh, tiene aterrorizado al mundo occidental al grado de que más de seis potencias le han declarado la guerra y esa sola implicación –del número de países que lo atacan o atacarán- ya representa técnicamente una “tercera guerra mundial”, según las definiciones de la Organización de las Naciones Unidas (OUN).

 

Esto es algo paradójico porque el Daesh no es un Estado-nación pero aún así los gobiernos occidentales ya lo tratan como “par” al considerarlo una contraparte en la guerra. Paradójico es también que ellos mismos atacan lo que ayudaron a engendrar pues el Estado Islámico nació, se alimentó y creció al amparo de potencias europeas, de Estados Unidos y de gobiernos regionales en Medio Oriente. Surgió tras las intervenciones militantes en Irak  (2004) y Siria (2011). En el primero, Estados Unidos al invadir y derrocar a Sadam Houssein, desintegró el Ejército iraquí y emprendió una cacería contra los nacionalistas, formando,  entrenando  y financiando ‘escuadrones de la muerte’.

 

Aunque su nombre oficial de Estado Islámico lo recibió en  el 2013, su génesis fue una idea occidental. En el 2010 eran  ya una fuerza temida en las sombras y habían desbancado a Al Quaeda y otras milicias informales de la región. El monstruo creado por las potencias intervencionistas ya caminaba sólo y se nutrió con las doctrinas más extremistas del Islam, principalmente el wahabismo que defiende la pureza en las enseñanzas del Corán y lo toma como una ley que debe regir pueblos y naciones. Sus feligreses deben ser soldados dispuestos a todo para defender la fe en Alá.

 

Pues bien en el 2011, el Daesh fue usado por Estados Unidos y Europa para debilitar al presidente sirio,  Bashar al Assad, y eso le llevó a ocupar gran parte del territorio en Siria y establecer una base de mando en Raqqa, considerada desde el 2014 como la capital del Califato del EI. Dicha ciudad está  bajo bombardeos por parte de Francia como respuesta a los ataques terroristas del viernes pasado. Al Daesh, dicen los investigadores, no sólo lo formaron las potencias occidentales sino también ha recibido financiamiento de Arabia Saudita, Turquía e Israel  y su fortalecimiento se impulsó como una posible “arma en tierra” contra el régimen de Irán, uno de los países que “amenazan” a estos tres regímenes del Medio Oriente.

 

De ahí que  también le han permitido cometer toda  clase de pillerías y delitos para hacerse de recursos financieros millonarios: el esclavismo y trata  de personas, secuestros de occidentales, tráfico de piezas de arte y arqueológicas, impuestos locales forzados a la producción y a las personas,  blanqueado de dinero, robo a bancos y a empresas internacionales y venta clandestina de petróleo.  Al menos 13  campos petroleros están bajo poder del Daesh en Siria y en Irak, que producen 50 mil barriles diarios y generan ingresos de 4 millones de dólares al día o sea 500 millones de dólares al año.

 

Los secuestros y cobro de rescates le allegan 40 millones de dólares y el saqueo de bancos mil millones.  Todo  bajo la permisión de las grandes potencias tanto de occidente como de Oriente Medio. La periodista española Olga Rodríguez describe perfectamente esa anuencia: “El Daesh ha sido visto por algunos actores regionales como un arma potencial contra Irán. Ha mantenido débil al régimen chií de Irak y ha tenido ocupados a grupos enemigos de Israel, como Hezbolá y contra los kurdos en Turquia”.

 

A la par, el Daesh recibe apoyo económico de individuos saudíes del régimen de Riad (Arabia Saudita) el cual “se hace la vista gorda”. Esas personas entregan dinero al Daesh y hacen lobby por él –lo ayudan en sus relaciones internacionales de negocios- presionando para que otros lo apoyen. Entonces, hasta ahora que el engendro se convirtió en un Frankenstein mortífero  valoran su peligrosidad y le declaran la guerra, algo que llega demasiado tarde, según los especialistas pues ya tienen al enemigo en casa.

 

El Estado Islámico  ha infiltrado a la sociedad europea, especialmente a los jóvenes y actualmente más de 5 mil de ellos están alistados en las tropas de la organización terrorista según informaba en mayo pasado Rod Winwiright, director de la Policía Europea (Europol). El Frankenstein se vuelve en contra de sus creadores. También así, Abdelhamid Abaaoud, es uno de los tantos muyahidines (combatientes) al servicio del Daesh que han nacido, crecido y sido educados occidentalmente. Si bien está muerto Abaaoud, esto no disminuye ni el peligro ni la preocupación pues detrás de él hay cientos de jóvenes listos para ocupar su liderazgo y seguir con la guerra llevada al mismo suelo europeo.

 

Estado de Urgencia, vigente hasta febrero

 

Por otro lado, este jueves la Asamblea Nacional aprobó con 551 votos a favor y seis abstenciones la modificación de la Ley de 1955 para ampliar el periodo de duración del Estado de Urgencia decretado desde el fin de semana por el presidente François Hollande y el cual  se extenderá por tres meses, hasta finales de febrero del 2016.  Con este instrumento legal, las  manifestaciones públicas quedan prohibidas. La primera cancelación fue la Marcha por el Clima que se realizaría el 29 de noviembre, un día antes de iniciar la Cumbre Mundial del Clima 2015 (COP21) en esta ciudad.

 

También se prohíben las reuniones masivas públicas y se dota a la policía para prohibir –sin orden judicial- la circulación en determinadas áreas, establecer sitios de seguridad,  realizar cateos, bloqueo de señal de internet y telefonía celular, efectuar arraigos domiciliarios y colocar brazaletes electrónicos a personas sospechosas de amenazar el orden público. 

 

Desde ayer los policías también están autorizados a portar armas en todo momento, incluso en días de descansos y vacaciones. A su vez, el Ministerio de Relaciones Exteriores pidió a la Unión Europea permitir que se acceda a las listas de pasajeros en aviones que partan de Europa al extranjero y viceversa para verificar identidades y antecedentes de cada uno en el entendido de detectar posibles amenazas o terroristas que ingresen a territorio europeo.

 

Todo lo anterior como parte de los preparativos para la “guerra contra el terrorismo”, algo que es sumamente peligroso desde el punto de vista del investigador Pascal Riché, quien advierte en un artículo de Le Nouvel Observateur que “la lucha contra el Daesh no debe pasar sobre valores como la libertad de circulación y creencias, la no discriminación, el respeto a la vida privada, la presunción de inocencia”. El presidente François Hollande  está cayendo en la trampa que Estados Unidos le quiso imponer a Jacques Chirac en el 2001 tras los ataques en Nueva York cuando se le pretendió sumar a una coalición internacional para atacar militarmente a Afganistán, sede de la agrupación Al Qaeda.

 

“En ese año Chirac, entonces presidente de Francia detectó la trampa y no cayó en ella pero hoy Hollande está cayendo y quiere transformar a Francia en un país de guerra pero al hacerlo le está entregando la victoria a los terroristas, (ellos) ya ganaron al lograr que la guerra formal esté en marcha”, aseveró. El discurso bélico de Hollande es el mismo que el de George W. Bush hace 14 años.

 

Con las nuevas medidas adoptadas por el gobierno francés para acotar derechos ciudadanos bajo el argumento de la seguridad nacional, dijo a su vez la filósofa norteamericana Judith Butler al diario Liberation, también se comete una contradicción histórica en Francia porque la libertad es atacada por un enemigo externo, los terroristas, y la misma libertad es restringida internamente por el Estado. El gobierno francés ataca la esencia misma de Francia, considerada un faro mundial para los derechos del hombre, en especial sus libertades individuales.

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