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De eso ya no hablamos

Superiberia

Por: Catón / columnista

 “A mi novia le gusta hacer el amor en el asiento de atrás del coche”. Tal confidencia le hizo Babalucas a un amigo. Y añadió: “Eso no me gusta nada”. “¿Cómo es posible que no te guste? –se sorprendió el amigo. Hacer el amor así es muy excitante”. “Sí –reconoció Babalucas. Pero a mi novia le gusta hacer el amor en el asiento de atrás del coche mientras yo voy manejando”… La señorita Peripalda, catequista, no sabe nada de las cosas de la vida. Hizo una piyama de hombre para el Ropero del Pobre de la parroquia. La encargada le dijo: “La piyama es de hombre, pero no le pusiste bragueta”. Preguntó tímidamente ella: “¿Y no se la pueden dar a algún soltero?”… ¿Cuántas veces le hizo el amor en la noche de bodas el joven Vehementino a su flamante mujercita Dulcibel? Algunas versiones muy atendibles dicen que tres veces, pero yo tengo otros datos: fueron cuatro. Agotado por aquella ímproba prueba el recién casado decidió darse al amanecer una ducha fría a fin de ver si eso lo reanimaba y podía llevar a cabo una función de matiné. Al contacto con el agua helada la parte que más había utilizado en la noche nupcial quedó reducida a su mínima expresión. En ese momento Dulcibel abrió la puerta del baño. Fijó la vista en la entrepierna de su maridito y exclamó con acento desolado: “¿Nada más eso nos quedó?”.

 Un amigo de Babalucas le contó: “Iba en mi bicicleta. Un peatón se me atravesó y lo atropellé”. Comentó el badulaque: “Menos mal que no atropellaste a una persona”.

 Muy acertado anduvo el Presidente López Obrador en el reconocimiento que hizo a Miguel Riquelme, gobernador de Coahuila, por el buen trabajo que ha hecho para mantener a su Estado en un ambiente de seguridad, orden y de paz. El elogio presidencial está fundado: en las raras, rarísimas ocasiones que la delincuencia organizada ha hecho presencia en esa Entidad norteña se ha topado con una pronta y efectiva respuesta de la autoridad. 

 Don Valetu di Nario, señor de edad provecta, seguía disfrutando pese a sus muchos años los placeres que brindan Venus, Baco y Euterpe, la musa que preside los deleites de la música. Sus excesos de cama, bebida y bohemia lo llevaron a un grado tal de extenuación que su médico se preocupó. Le dijo “Don Valetu: con ese modo de vivir que lleva está poniendo usted en riesgo su existencia. Modérese, limítese, conténgase. Si deja el vino, las mujeres y el canto le garantizo 15 años más de vida”. “Con cinco me conformo –replicó el maduro caballero–. Dejaré el canto”…  Lord Feebledick ingresó al Buzzard Club, formado por señores de avanzada edad. El administrador le advirtió: “Aquí no se habla de política, religión y sexo”. “¿Por qué?” –se extrañó el lord–. Le explicó el otro: “Los dos primeros temas son polémicos, y del tercero ya no nos acordamos”.

 Don Lupercio marchó al otro potrero. Quiero decir que se murió. En el funeral la inconsolable viuda no dejaba de llorar. Su compadre Pitorrón la confortó con palabras que alcanzaron a oír todos los presentes. Le dijo: “Vea las cosas por el lado bueno, comadrita. Ya no estaremos cometiendo adulterio”… FIN.

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