


AGENCIA
Nueva York.- Erasmo Ponce, originario de Chinantla, Puebla, emigró a Nueva York en los años 90 y hoy dirige Chinantla, una empresa que distribuye tortillas, tostadas y totopos en Estados Unidos y Canadá, consolidándose como un referente de la comunidad migrante.
De repartir tortillas en las calles de Brooklyn a convertirse en uno de los productores más importantes de Norteamérica, la historia de Ponce es un ejemplo del “sueño mexicano” fuera del país. Arquitecto egresado de la UNAM, decidió emigrar tras la crisis económica de los años noventa. “Mi mamá vivía acá. Ella fue la que sostuvo mis estudios. Soy arquitecto, cuando viene el colapso de la economía, decido venirme por pocos años, dos, tres años y regresar”, relató sobre sus inicios.
En 1992 abrió su primera fábrica en Brooklyn bajo el nombre Chinantla. Apenas cinco años después inauguró una segunda planta en el mismo barrio y, ante la creciente demanda, expandió operaciones a Newark, donde hoy funciona su planta principal. Actualmente, los productos de Chinantla llegan a comunidades migrantes en Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania, Delaware y Maryland, así como a ciudades canadienses como Toronto, Quebec y Ottawa. La marca también ha logrado expandirse hacia estados como Washington.
El éxito de Chinantla no solo se mide en toneladas producidas -más de 35 diarias-, sino también en empleos generados. Decenas de trabajadores operan en la planta, desde operadores hasta choferes y personal de limpieza, consolidando a la empresa como un motor económico para la comunidad migrante.
Con más de tres décadas en la industria, el nombre de Ponce se ha vuelto sinónimo de tradición. “Creo que fue en algún periódico, ahí empezaron y así cuando me di cuenta ya me decían el ‘Rey de la Tortilla’. Yo lo asumo con responsabilidad, pero creo que no, yo no siento que lo pueda adoptar”, dijo entre risas.
Lo que comenzó como una necesidad de subsistencia hoy se ha transformado en un legado de identidad y orgullo. Chinantla ha puesto en alto el nombre de la tortilla mexicana, conquistando no solo el paladar de los migrantes, sino también el de miles de consumidores en Norteamérica.

