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De política y cosas peores

Superiberia

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espués de besarla con pasión y acariciarle todo el cuerpo le separó las largas y bien torneadas piernas y le pasó la ávida lengua por los muslos. En seguida el macho de la rana le dijo a ésta con admiración: “¡Mira! ¡Es cierto lo que dicen! ¡Saben a pollo!”. El señor le comentó a su esposa: “El médico de la compañía me examinó de la cintura para arriba y me dio incapacidad parcial”. Respondió con acritud la doña: “Si te hubiera examinado de la cintura para abajo te habría dado incapacidad total”.Tres hombres se jactaban de las hazañas de sus ancestros. Dijo uno: “Mi padre fue cristero. Anduvo por los Altos con el general Chaparro”. Declaró el segundo: “Mi abuelo estuvo en la Revolución. Fue de los que tomaron Agua Prieta y evacuaron Piedras Negras”. Terció el otro: “Mi bisabuelo no participó en ninguna batalla, pero si viviera hoy sería admirado universalmente”. “¿Por qué?” -preguntaron los otros. Replicó el individuo: “Porque tendría 195 años de edad”. La señora le dijo a su psiquiatra: “Le presento a mi esposo. Es uno de los hombres de los que le he estado hablando”. Algunos cuentan algo que se cuenta de quien después sería Santo Tomás de Aquino. Era apenas un joven escolapio -”el Buey Dormido” le apodaban sus compañeros por su gordura y sus ojillos entrecerrados siempre-, y uno de sus profesores le dijo cierto día: “Tomás: ahí afuera anda un buey volando. Asómate a la ventana y lo verás”. Sin vacilar el estudiante dejó su asiento y se apresuró hacia la ventana a mirar aquel prodigio que el catedrático le había dicho. Rieron los estudiantes, y con risas se burló también el profesor: “¿Cómo pudiste creer, Tomás, que un buey volara?”. Replicó él: “Me pareció más creíble que un buey pudiera volar y no que un maestro pudiera mentirle a uno de sus alumnos”. En verdad la mentira es culpa fea, a menos que se diga para algo bonito. Por eso un proverbio sentenciaba: “Para mentir y comer pescado, mucho cuidado”. A propósito del caso, no es cierto que una mentira mil veces repetida acaba por parecer verdad. Eso podrá aplicarse quizá a los mentecatos, pero no a quienes tienen uso de razón. Ellos dirán: “Mentira”, aunque escuchen dos mil veces dicha la misma falsedad. ¿En cuántas ocasiones ha declarado López Obrador que todos los males que padece México proceden del neoliberalismo? Esa cantaleta se va desgastando cada día más y cada día la cree menos gente. Muchos son ya los que piensan que estábamos mejor cuando estábamos peor. Millones de mexicanos consideran que el neoliberalismo no fue la pesadilla a la que AMLO se refiere. La verdadera pesadilla es la que estamos viviendo ahora bajo un régimen absolutamente absolutista donde las leyes se forman, reforman y deforman a capricho del caudillo; donde las instituciones autónomas son hostigadas permanentemente y los órganos encargados de procurar justicia constituyen amenaza para los ciudadanos. Con el PAN desmigajado, el PRD casi inexistente y el PRI entregado a la voluntad dictatorial vía Moreira -perdón: quise decir vía Morena-, el caudillo de la 4T no tiene al frente una oposición política real. Por eso hace y deshace a su antojo. Más lo segundo que lo primero, claro. En ésas andamos hoy por hoy. Y en ésas andaremos mañana por mañana. Don Verraco, fornido labrador, fue a visitar a su esposa en la clínica donde la señora había dado a luz a su catorceno hijo. El vejancón le preguntó al facultativo que había asistido a la parturienta: “Oiga, médico: ¿cuándo puedo volver a hacer obra de varón con mi señora?”. “°Por favor, doctor! -clamó con desesperación la esposa-. ¡Dígale que por lo menos espere a que salga usted del cuarto!”… FIN.

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