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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Superiberia

POR: CATÓN / Columnista

Sin causar daño a nuestra casa

Dulciflor, joven soltera, le pidió a su padre que la acompañara a un dispensario. Ahí le anunció solemnemente que estaba en trance de volverlo abuelo. “¡Santo Cielo! -profirió el señor-. ¿Y por qué para decirme eso me trajiste a un dispensario?”.

Respondió, humilde, Dulciflor: “Para que me dispenses”… Don Chinguetas y doña Macalota celebraron sus bodas de plata con un banquete en el casino de la ciudad. A los postres el señor se puso en pie y dijo: “Queridos amigos: permítanme ustedes unas breves palabras.

Deseo expresar mi gratitud a la persona que durante estos 25 años ha sido compañía en mi soledad y consuelo en las horas difíciles; que me ha aconsejado siempre; que ha compartido mis tristezas y mis alegrías; que me ha escuchado y ha soportado con paciencia mis malos humores y mi trato, injusto a veces. Quiero…”. La emoción le puso un nudo en la garganta y ya no pudo continuar.

En los ojos de su esposa brotaron las lágrimas. Los asistentes, a fin de romper la tensión, aplaudieron y empezaron a gritar a coro: “¡Beso, beso, beso!”.

Don Chinguetas, conmovido, fue y le estampó un sonoro beso en la mejilla al cantinero del casino… Chiapas es uno de los más bellos lugares –y también una de las más valiosas reservas naturales- no sólo de México, sino del mundo.

Asomarse por unos días a los prodigios que encierra esa hermosa parte de nuestro País es no sólo entrar en contacto con la rica historia y tradiciones que los chiapanecos guardan, sino también percibir la magia y el misterio de esa tierra de antiguos mitos y leyendas.

La naturaleza hizo de Chiapas un sitio pródigo en riquezas. Ciertamente, como sucede en todas partes, la ambición y la ignorancia han atentado ahí contra  el medio ambiente, pero hay selvas, montañas, bosques, ríos y lagos a donde no ha llegado aún la vesania de los hombres.

A pesar de los problemas de toda índole que afrontan, los chiapanecos tienen plena conciencia de esas maravillas y siguiendo el ejemplo de don Miguel Álvarez del Toro han elaborado el minucioso catálogo de sus árboles, sus plantas y sus flores, sus aves y sus animales; todo, en fin, lo que debe preservarse para que no se pierdan tales prodigios, que se deben cuidar celosamente en bien de las próximas generaciones.

Cada Estado de la República, con sus particulares características, es también repositorio de hermosuras naturales que se han de proteger. Sabemos que el delicado equilibrio de la naturaleza no debe romperse, y que el hombre ha de entrar en el mundo natural como quien entra en un Santuario.

No se trata de impedir que los seres humanos tomen de la naturaleza lo que necesitan para su vida y su sustento. Se trata, sí, de evitar esos bárbaros atentados que han ido acabando con especies vegetales y animales desaparecidas ya por siempre.

Una nueva actitud, una visión renovada de lo que debemos a nuestro mundo y a nuestros hijos, nos harán acercarnos con respeto a la naturaleza para gozarla y obtener sus frutos sin causar daño a nuestra casa común… Tetina, muchacha de exuberante anatomía pectoral, le dijo con voz grave a su galán: “Libidiano: las palabras que te diré te las dice mi corazón”.

“Está bien –respondió el salaz sujeto-. Quítate la blusa y el brassiére para poder oírlo bien”… Al salir de la iglesia donde se acababa de casar, la novia, ante la estupefacción de los invitados, se levantó el vestido, se bajó el chonino y le mostró las pompas a un tipo que estaba entre los invitados.

El novio acudió presuroso a cubrir el trasero de su mujercita. “No te enojes, mi vida –le dijo ella-. Este imbécil fue mi novio antes que tú. Sólo quería yo que el indejo viera de lo que se perdió”… FIN.

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