in

De política y cosas peores

Superiberia

“Si no te casas conmigo me arrojaré a un precipicio”. Esas dramáticas palabras le dijo Picio, hombre feo y antipático, a Camelina, joven avispada. “Caramba –se conmovió ella-. ¡Cómo te lo agradezco!”… El papá de Pepito lo reprendió porque se había dado de trompadas con otro niño. “Le aguanté mil ofensas –se justificó el chiquillo-, pero cuando me dijo que yo era igualito a ti ya no me pude contener”… Llegó un individuo al hospital con una señora a punto de dar a luz. La recepcionista le preguntó: “¿Nombre de su esposa?”. Con otra pregunta replicó el sujeto: “¿Es necesario involucrar en esto a mi mujer?”… Algunos malpensados pensarán que me he vuelto lópezobradorista. Vade retro Satanas! He sido, soy y me propongo seguir siendo crítico de ese señor caudillista, absolutista y populista y de su errático y caprichoso régimen. Lo que sucede es que ayer hice el elogio de unas acciones de AMLO, y hoy diré bien de otra que igualmente me pareció atinada. No es que quiera ser objetivo. Cosa imposible es ésa, a menos que seas un robot sin pensamiento ni alma, entidades las dos bastante subjetivas. Yo las poseo, aunque en corta medida y vacilantes ambas. Por tanto la objetividad me es tan ajena como la prudencia o la templanza, virtudes muy alejadas de mí (afortunadamente). Pero sucede que escribo siempre sin temor al qué dirán, pues lo que dicen unos lo contradicen otros, y al revés volteado. Y ahora me nace decir que acierta de nueva cuenta López Obrador en su llamado a los partidos políticos para que donen el 50 por ciento de los muchos dineros que reciben del erario a fin de apoyar la lucha contra la pandemia. México, país inmensamente pobre, tiene partidos inmensamente ricos que gravitan sobre la economía nacional. Hoy por hoy esos partidos son más bien negocios, y para colmo su número crece a costa de los contribuyentes y del bien común. Dichas empresas, en manos algunas de ellas de mercaderes políticos-de políticos mercaderes-, no harán caso de la exhortación presidencial. Prefieren que les corten un dedo a que les quiten un peso. Aun así es plausible la iniciativa de AMLO, y debería ser escuchada. No lo será, me temo. El ruido que hace el dinero contante y sonante impide que se oigan muchas cosas… Un muchacho le contó a su amigo: “Anoche fui con una chica a un paraje solitario en las afueras de la ciudad. Ya en el asiento de atrás del automóvil ella me dijo: ‘¡Cómo me gustaría ver las estrellas mientras hacemos el amor!’. De inmediato procedí a bajarle el techo al coche. Tardé solamente 15 minuto en hacerlo”. “¿15 minutos? –se sorprendió el amigo-. Yo le bajo el techo al mío en cosa de segundos”. “Sí –reconoció el muchacho-. Pero tu coche es convertible”… Una viejecita entró en un casino de Las Vegas y puso una ficha de un dólar en el tapete de la ruleta. El crupier, no sin cierta extrañeza, echó a rodar la bolita, que cayó en el color y número escogidos por la anciana. El hombre le entregó a la vejuca las fichas que había ganado. Le dijo ella: “Espero que esto le sirva de lección, joven, para que deje el feo vicio del juego”… Un sujeto discutía con otro. Le dijo: “Has de saber que yo nací en sábanas de seda”. Opuso el otro: “Yo también”. “Sí –replicó el primero-. Pero las de mi mamá no llevaban el nombre de ningún motel”… Meñico Maldotado, infeliz joven con quien natura se mostró avarienta en la parte correspondiente a la entrepierna, desposó a Rosilita, muchacha sabidora. La noche de las nupcias, ya en el lecho, le dijo él: “Aunque nos hayamos casado quiero que sepas que no veo el objeto del matrimonio”. “Tienes razón –confirmó Rosilita-. Yo misma estoy batallando para poder verlo”… FIN.

CANAL OFICIAL

Arrecifes peligran por contaminación plástica

Trabaja Hacienda mediante citas