


Durante décadas, el tipo de cambio entre el peso mexicano y el dólar estadounidense ha sido un termómetro clave para medir la estabilidad económica del país y la confianza en sus gobernantes. Aunque el panorama nunca ha estado exento de crisis, devaluaciones y sobresaltos internacionales, los números cuentan una historia más fría que cualquier discurso.
Veamos:
Sexenio | Período | Tipo de cambio inicial (MXN/USD) | Tipo de cambio final (MXN/USD) | Contexto relevante |
---|---|---|---|---|
Carlos Salinas (PRI) | 1988 – 1994 | ~2.85 | ~6.00 | Devaluación tras crisis de 1994 (“Efecto Tequila”). |
Ernesto Zedillo (PRI) | 1994 – 2000 | ~6.00 | ~9.50 | Crisis económica y estabilización tras la devaluación. |
Vicente Fox (PAN) | 2000 – 2006 | ~9.50 | ~11.00 | Periodo de estabilidad relativa, con fluctuaciones. |
Felipe Calderón (PAN) | 2006 – 2012 | ~11.00 | ~13.00 | Impacto de la crisis financiera 2008-2009 y guerra contra el narco. |
Enrique Peña Nieto (PRI) | 2012 – 2018 | ~13.00 | ~19.00 | Mayor volatilidad por factores políticos, petróleo y economía global. |
Andrés Manuel López Obrador | 2018 – 2024 | ~19.00 | ~18.00-20.00 | Pandemia COVID-19, presiones inflacionarias globales y tensiones geopolíticas. |
A simple vista, el sexenio de Andrés Manuel López Obrador muestra una estabilidad del tipo de cambio como no se había visto desde los años de Vicente Fox. ¡Felicidades, presidente! Logró lo que ni tecnócratas ni economistas neoliberales pudieron: mantener el dólar sin desbocarse, pese a todos los pronósticos.
¿Es mérito propio o simplemente buena suerte en medio de un contexto internacional atípico? Porque no olvidemos: el Banco de México sigue siendo autónomo, y sus políticas monetarias han sido clave para mantener al peso a flote, incluso cuando el gobierno federal generaba incertidumbre con sus decisiones.
Lo cierto es que, aunque el peso no se ha desplomado, el ciudadano común no compra dólares: compra tortillas, gasolina, medicamentos y transporte. Y esos precios no han mostrado la misma templanza.
Una moneda estable no significa una economía próspera. Y aunque se aplaudan algunos indicadores, la realidad en los bolsillos, la percepción empresarial, el crecimiento raquítico del PIB y el aumento en la deuda pública siguen generando dudas razonables.
Entonces, sí: celebramos que el peso resista. Pero también recordamos que no todo lo que no cae… brilla.


