Alejandro Aguilar
El Buen Tono
Córdoba.- Bajo un sol que comenzaba a ceder ante la tarde, el aroma a copal y cempasúchil se mezcló con la energía de cientos de personas que, puntuales a la cita, colmaron las calles de Córdoba. Cientos de personas llevaron a cabo el desfile de Catrinas y Catrines con causa.
No era un desfile cualquiera; era una estampa en movimiento donde la tradición del Día de Muertos se vistió de solidaridad. Alumnos, docentes y personal administrativo de la ESBAO no sólo salieron a las calles con el colorido esplendor de catrinas y catrines, con sus rostros pintados de calaveras elegantes y trajes que evocaban otra época, sino que convirtieron la avenida en un río de ayuda humanitaria.
El contingente partió de las instalaciones del plantel en la Avenida 11, donde la música y el ritmo se adueñaron del espacio. Las tablas rítmicas ejecutadas con precisión militar por los estudiantes daban una cadencia festiva al caminar, mientras que los grupos de danza folclórica, con sus vestuarios tradicionales, tejían círculos de baque a su paso, haciendo que el asfalto vibrara con sones jarochos y zapateados firmes.
En el Centro Histórico las familias no sólo admiraban el desfile, sino que extendían sus manos con bolsas de víveres, paquetes de material de curación y productos de limpieza.
La comitiva descendió por todo el bulevar, una serpentina de color y compasión que se movía al compás de los tambores y las sonrisas pintadas. Al llegar a “dos caminos”, el río humano tomó la Avenida 3, fluyendo con una energía que parecía aumentar con cada bloque.
Los catrines y catrinas, impertérritos en su elegancia esquelética, saludaban a los espectadores, mientras los voluntarios recogían los donativos y, con ellos, los mensajes de aliento que la directora había solicitado: pequeños papeles doblados que guardaban esperanza.
Al doblar en la calle 9 para incorporarse a la Avenida 1, la procesión ya era un eco lejano de su punto de partida, pero su espíritu permanecía intacto.


