De la redacción
El Buen Tono
Orizaba.- Mientras la administración de Juan Manuel Diez Francos presume limpieza, orden y “políticas verdes”, el río Orizaba y sus áreas naturales muestran un panorama opuesto: abandono, contaminación y descuido institucional.
En un recorrido realizado por distintos puntos del afluente, se observaron biodigestores de aguas negras vertiendo residuos directamente en tanques rotoplas, cuyos desechos se escurren hacia zonas verdes sin confinamiento alguno. En temporada de lluvias, estas aguas contaminadas terminan inevitablemente en el río, afectando tanto al ecosistema como a la población que convive en sus márgenes.
La paradoja es evidente: mientras en algunos barrios se cuelgan plásticos de colores “decorativos” para dar una imagen alegre a la ciudad, criticados incluso por vecinos por su mal gusto y por contribuir a la contaminación visual y de residuos, no existe una política seria de saneamiento ambiental ni un seguimiento adecuado a los sistemas de tratamiento de aguas residuales.
Un biodigestor, por definición, debería reducir la contaminación al tratar las aguas negras mediante un proceso anaeróbico que elimina patógenos y produce biogás o biofertilizante. Sin embargo, su mal manejo convierte un instrumento ecológico en una fuente directa de contaminación, lo que deja en evidencia la falta de supervisión municipal y la incoherencia entre discurso y acción.
Con un gobierno que se vanagloria de ser “modelo de limpieza”, resulta inaceptable que el afluente que da vida a la ciudad se mantenga expuesto a descargas y desechos. Este contraste refleja no sólo una doble moral ambiental, sino también una falta de compromiso real con el entorno y la salud pública.


