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El fuero y la impunidad

Superiberia

Después de ver la ficha “signalética” de Elba Esther Gordillo, en la que aparece su foto de frente y de ambos perfiles, en el penal de Santa Martha Acatitla, mi capacidad de espanto ha quedado superada.

Y es por ello que he decidido dejar este tema para mejor ocasión, revisar otros asuntos no menos importantes, y como dicen: “A otra cosa, mariposa”, al menos por hoy que pretendo dormir tranquila, sin pesadillas ni imágenes de la maestra ni de su hijo –El Chucky, claro-.

Sin embargo, esta vez abordaremos un tema no menos lacerante ni menos corrupto en este país. Nos referiremos al asunto del fuero constitucional, de la inmunidad que genera a favor de cuanto funcionario y servidor público, y de la impunidad que agravia a toda la sociedad y que marca claramente la línea entre los ciudadanos de primera y de segunda.

Bueno, pues los legisladores de este país tuvieron a bien –para ellos- eliminar la figura de “fuero constitucional”, pero sólo para verle nuevamente la cara de tonto a todos los mexicanos y cambiarlo, ahora sí, por el de “inmunidad parlamentaria”. Así, con la término “inmunidad”, simple y llano, tajante y vergonzoso, cabrón y gandaya. 

Se supone que la resolución “acota” el fuero, es decir que lo “disminuye” o lo “limita”, tanto para los legisladores como para gobernadores, presidentes municipales, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y consejeros de la Judicatura Federal, además de los secretarios de despacho, los diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, los procuradores generales de la República y de Justicia del Distrito Federal, así como el consejero presidente y los consejeros electorales del Instituto Federal Electoral (IFE).

Con ello, dejan en claro que la figura del Presidente se cuece aparte, ya que a éste no se le tocan sus lujos, como si existiera algún temor a la investidura de quien queda como intocable ante la justicia. 

El hecho es que se ha cometido una trampa legal para seguir manteniendo el mismo privilegio, aunque acotado, ciertamente, pero aún vivo y suficiente para proteger con el manto de la impunidad a nuestros gobernantes.

Era imprescindible e histórico eliminar por completo el fuero constitucional. No acotarlo ni limitarlo. Era poner fin por completo y no a medias como lo hicieron. Esa fue una tomada de pelo.

De hecho, se estima que la eliminación del fuero constitucional lo exige prácticamente siete de cada diez ciudadanos en encuestas recientes, todos hartos de la burla y la impunidad que el fuero les permite para violar la ley, para no rendir cuentas ante un juez y seguir actuando de manera impune y arbitraria, mientras el resto de los ciudadanos cumplen con sus obligaciones cívicas y legales.

El fuero fue diseñado inicialmente para proteger en su libertad de opinión a legisladores y servidores públicos, pero este espíritu se pervirtió y ahora se utiliza para proteger a pillos, para cometer fraudes al erario público, para burlar a la ley y para agraviar a un país bajo una frase que insulta y lastima: “tengo fuero y qué y qué…”.

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