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EL ILUSTRE DESAPARECIDO

Superiberia

Por Andrés Timoteo  / columnista

El pasado 5 de junio cumplió años un poeta, en prosa y verso, que todos deben leer, Federico García Lorca, retratista de la España profunda, de los eternos amores y desamores, de la tragedia metaforizada y del teatro de lo imposible. Dicen los estudiosos que su obra es endémica del idioma español que no se podría leer ni entender en otro. Es, pues, escritor vetado para otro lenguaje, pues se requería otro Lorca -es decir de otro genio del mismo esplendor- en el idioma ajeno para poder traducirlo.

 García Lorca nació un 5 de junio de 1898 y murió el 18 de agosto de 1936. Fue un escritor prolífero, pero arrebatado a destiempo. Murió a los 38 años en su Granada. Lo asesinaron los franquistas. Lo detuvieron en la víspera y lo fusilaron de madrugada cerca de un barranco. No hubo más espera ni juicio. Lorca es una gloria de España, pero también un personaje cuyo destino la avergüenza.

 El genio fue asesinado en medio de la guerra civil que desató la intentona golpista de los falangistas -con el que sería el futuro dictador, Francisco Franco, a la cabeza- contra la República Española. Y el papel de Lorca en la historia de España es también representativo, pues lleva 83 años de estar desaparecido. Es decir, se sabe que fue ajusticiado, pero hasta la fecha siguen sin aparecer su cuerpo. Es uno de los “desaparecidos” más longevos de la historia reciente.

 Por mucho tiempo se han buscado sus restos y no se ha dado con la fosa clandestina en la que lo sepultaron. Según el periodista madrileño Álvaro Romero, Lorca “se convirtió la víctima más emblemática del franquismo” y lo describe magníficamente, usando la metáfora, como “el espanto de las otras mitades”, aquel que se adelantó a su tiempo y cuya magnificencia en las letras causaba tanto miedo a los autoritarios que prefirieron matarlo a cultivarlo.

 Buscar a Lorca, el ilustre desaparecido, es deber histórico, pero leerlo es aún más. No hace falta el cadáver cuando se tienen su genialidad en el legado literario. Y se repite lo de siempre: las nuevas generaciones deben leerlo y aprenderle -a él y a los otros clásicos-. No es esnobismo ni superfluidad sino una necesidad en estos tiempos en que los muros del Facebook e Instagram, los tuits y los memes se pretenden erigir como los educadores de la gente. No hay que permitirlo, hay que leer a Lorca y a otros maestros de las letras para resistir frente al imperio de los analfabetas funcionales que pululan en la Internet.

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