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El minutero

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EL CARTEL DE LOS SAPOS

 Mañana inicia el mes de agosto, el cual será decisivo para una de las instituciones claves en la entidad: la Universidad Veracruzana (UV) porque a más tardar el día 28 la Junta de Gobierno deberá elegir  al sustituto del actual rector, Raúl Arias Lovillo, quien deja a la Casa de Estudios en su peor etapa tanto financiera como académica.  De acuerdo al calendario programado, el próximo lunes 5 de agosto se iniciarán las consultas en los campus universitarios y después se depurará el listado de candidatos para que el 26 de agosto sea llevado a votación entre los integrantes de ese organismo. Así, el 2 de septiembre tendrá que haber nuevo titular en la rectoría.

 

Aparentemente el proceso sucesorio de la UV se desarrolla en orden y respetando la legalidad pero en la realidad campea el caos y la reyerta debido al cacicazgo enquistado desde hace más de dos décadas que está dispuesto a mantener el poder, a sangre y fuego de ser necesario. Los caciques son Víctor Arredondo Álvarez, quien ya fue rector durante ocho años y su fiel escudero, Raúl Arias Lovillo, actual titular de la rectoría y que  lleva veinte años viviendo del presupuesto universitario, saltando de cargo en cargo.  Algunos comentaristas bautizaron a este par como “El Cartel de las Lomas”, en referencia a la sede de la rectoría ubicado en Lomas del Estadio, en Xalapa.

 

Sin embargo, en los últimos días lo han llamado graciosamente “El Cartel de los Sapos”, y no es en referencia a la serie de la televisión colombiana que habla del tráfico de enervantes sino a aquella fábula que relata el caso de la culebra que le dio hospedaje en su madriguera a un sapo y éste para apoderarse de la misma se infló, abarcando todo el espacio y echando fuera a su anfitriona.  Así pasó con estos señores a quienes  les dieron una oportunidad en la UV y se expandieron al grado de apropiarse de la rectoría –aunque también tienen cara de batracios, aseguran los burlones-. Arredondo Álvarez, cordobés por cierto, fue rector entre 1997 y 2004, cuando dejó el cargo para sumarse al gabinete fidelista como Secretario de Educación.

 

Le heredó el changarro a Arias Lovillo quien fungió como rector sustituto entre septiembre del 2004 y agosto del 2005, después en septiembre del mismo año fue nombrado como rector formal hasta el 2009 cuando se reeligió para otro periodo que finaliza a finales de agosto del 2013. Es  decir, el señor lleva tres rectorías al hilo, y para lo cual ha retorcido la legislación y a los integrantes de la Junta de Gobierno. Ahora, sin pudor ni recato, Arredondo está inscrito entre los aspirantes a la rectoría y en el caso de resultar  electo, entre este par habrían acumulado veinte años al frente de la UV con el riesgo de extenderse al cuarto de siglo si le permiten reelegirse para el 2017.

 

Lo anterior pese a que el dúo Arredondo-Lovillo es el responsable de los grandes negocios a costa de la universidad y de la estrepitosa caída de la misma. Ellos introdujeron el llamado Modelo Educativo Integral y Flexible (MEIF) en el plan de estudios de la institución que resultó un fracaso, el rendimiento de los alumnos cayó al sótano, sin contar con que ambos castigaron la investigación y la excelencia académica. Hoy la UV tiene el prestigio desdorado frente a otras universidades del país. No investiga, no produce, no genera conocimiento y lo peor, empeoró el desprestigio de los egresados de sus facultades a la hora de solicitar empleo.

 

En contraparte, crecieron los negocios disfrazados de actividades deportivas o culturales  como el equipo de basquetbol Los Halcones y el espectáculo “Jarocho”, una versión distorsionada de los sones veracruzanos. Carretadas de dinero que deberían servir para la formación de jóvenes o el fomento a la investigación se fugaron a través de esos inventos, cuya contabilidad tienen “agujeros negros” que hicieron desaparecer el dinero público. Tampoco hay que olvidar el fraude millonario por la adquisición de equipo de cómputo que ocasionó un daño patrimonial por 57 millones de pesos o las sanciones de las autoridades fiscales por la omisión en el pago de impuestos, entre otras gracias que ha cometido El Cartel de los Sapos.

 

Dicha mafia pretende conservarse en la rectoría con el regreso de Arredondo Álvarez, impulsado soterradamente por Arias Lovillo. Y ambos, como buenos tiranillos reviran airadamente ante la crítica. El primero se queja de ser objeto de una “campaña negra” –habrase visto tanta desfachatez pues dice que lo quieren desprestigiar por las pillerías que él mismo cometió- y el segundo acusa a los periodistas que exhiben sus vicios de ser “textoservidores” cuando su departamento de Comunicación Social que encabeza el ex lector de noticias, Raúl Contreras tiene nóminas secretas para pagar campañas en espacios columnísticos contra los “enemigos” del Cartel de los Sapos y arropar a Arias Lovillo.

 

Son ocho los aspirantes a convertirse en rector de la UV y el más aventajado, por sus mañas, tráfico de influencias e intereses creados es Arredondo Álvarez para infortunio de toda la comunidad estudiantil y académica. Sin embargo, Arias Lovillo también juega al Plan B y alienta a su secretario académico Porfirio Carrillo, a cuya oficina le envió –para espiarlo y “controlarlo”- a la esposa del vocero Contreras- y a Leticia Rodríguez Audirac, secretaria de la rectoría para contender por la silla.

 

Los otros aspirantes,  aunque cuenten con el perfil para el cargo, tienen en contra al poderoso cartel y salvo que los integrantes de la Junta de Gobierno hagan un acto de reflexión y antepongan el bien de la universidad -es decir, que haya un milagro-, saldrían electos para sustituir a Arias Lovillo. En fin, muchos aseguran que hay cartel para rato y los cajones universitarios seguirán bajo el azote de los aludidos. ¡Pobre Alma Máter, tan lejos de Dios y tan cerca de estos pillos!

 

LA NOCHE TERRIBLE

 El pasado viernes se cumplieron dos años de que fue localizado el cuerpo sin vida de la periodista Yolanda Ordaz de la Cruz en el puerto de Veracruz. Su muerte fue parte de la serie de crímenes contra comunicadores que no se detuvo hasta el 2012. En ese mismo periodo se incluyeron los ataques contra medios informativos independientes y críticos como el caso de El Buen Tono cuya redacción fue incendiada por un grupo armado el 6 de noviembre del 2011, y que hasta la fecha sigue sin ser castigado pese a que se ya se identificó al autor intelectual.

 

El nombre de la compañera Yolanda Ordaz aparece formalmente en la biblioteca virtual Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Yolanda_Ordaz_de_la_Cruz), y su biografía también está incluida en el libro “Nuestra aparente rendición” que es una compilación de los casos de periodistas asesinados y desaparecidos, editado con apoyo de la Universidad de Guadalajara y más de 200 comunicadores, tanto mexicanos como extranjeros.  El proyecto derivó en una página web que sigue siendo alimentada con datos actuales (http://www.nuestraaparenterendicion.com) y allí figuran 129 casos de periodistas mexicanos, de los cuales 15 son veracruzanos. Además de Yolanda Ordaz, están documentados los homicidios de otros como el de  Miguel Ángel López Velasco, Milo Vela y su hijo, Misael López Solana, así como la querida Regina Martínez.  También están los del orizabeño Adolfo Sánchez Guzmán, ex corresponsal de Televisa Veracruz.

 

“Tú y yo coincidimos en la noche terrible”, es el título que se lee en uno de los apartados del libro virtual y hace alusión a la solidaridad del gremio periodístico con todos los que han caído en la oscuridad que asola al país. Los autores del proyecto señalan que el mismo es la voluntad contra el olvido y la impunidad, es una página que busca guardar la memoria de los periodistas y trabajadores de la información victimados por ejercer su profesión. Más adelante, en la editorial, se afirma que también es una especie de “altar a su memoria, un altar a nuestra perplejidad, a nuestro dolor, a nuestra capacidad de reacción, a nuestra esperanza”.

 

Es también un altar “a los familiares que en muchos casos siguen reclamando justicia, siguen teniendo miedo de hablar, se han ido, se han rendido o no saben por dónde. A sus amigos, sus compañeros de profesión, sus colegas. A nuestros periodistas amenazados. A quienes no hemos encontrado. A aquellos de los que no sabemos nada. A sus nombres omitidos y nuestra desmemoria”. El recordatorio es “no sólo de los que murieron o desaparecieron a causa de sus investigaciones, no sólo de los amenazados, no sólo de los que estaban escribiendo sobre el narcotráfico o la corrupción de las autoridades. Sino también de los que murieron o desaparecieron como consecuencia del clima brutal de violencia e impunidad que azota el país”.

 

“De los muchísimos cuyos asesinatos y desapariciones no han tenido una investigación justa y exhaustiva. De los valientes y los responsables. De los que callaron. De los que no sabemos nada.  De los olvidados. De los que ‘estaban en el lugar equivocado’. De todos aquellos cuyos familiares no tienen recursos para seguir indagando”, afirman los editores Lolita Bosch y Alejandro Vélez Salas.  “De los que murieron solos. De los que ya nadie busca y murieron dos veces: su nombre está perdido en la lista de periodistas mexicanos asesinados, e incluso hay quienes a veces escatiman incluirlo. De esos periodistas asesinados dos veces. Primero con cuernos de chivo canallas y luego, cuando ‘colegas’ justifican sus muertes diciendo que andaban en malos pasos”. Desafortunadamente es parte de la realidad del gremio en México.

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