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EL MINUTERO

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CRIMEN Y CASTIGO

Terminó la falsa calma pandémica. Pasaron las elecciones -al menos las campañas proselitistas y la jornada de votación- y volvieron a prender el semáforo epidemiológico por la Covid-19 en todo el país. La Ciudad de México con sus 25 millones de habitantes pasó a ‘semáforo amarillo’ y suspendió el retorno a clases que se había forzado desde el lunes 7 de junio. Otras cuatro entidades: Baja California Sur, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, están en señal ‘naranja’ o sea a un paso de la alerta roja.

Veracruz junto con Campeche, Chihuahua, Colima, Nuevo León, Sinaloa y Sonora también encendió la luz amarilla porque subió la incidencia de contagios y muertos. El puerto de Veracruz, la principal urbe, está en fase roja mientras que seis municipios -Coatzacoalcos, La Antigua, Pánuco, Paso de Ovejas, Úrsulo Galván y Xalapa, la capital, tienen alertamiento naranja. Hay otros 41 municipios en ‘semáforo amarillo’ entre ellos cuatro de la zona centro que son Córdoba, Omealca, Atzacan y Mariano Escobedo.

Lo anterior no es otra cosa que el saldo del relajamiento durante el proceso electoral y lo peor es que las cifras que ofrece el gobierno sobre los contagios y decesos están muy ‘rasuradas’. Primero se fomentó en la gente una falsa sensación de que la peste había cedido y que todos podían amontonarse en mitines, marchas y asambleas y que los abrazos entre candidatos y votantes eran inofensivos y hasta se obligó a que se reanudaran actividades escolares a pesar de que el ciclo académico ya está por concluir. Luego, las dos semanas posteriores al día comicial, se ocultó la información epidemiológica que ya indicaba una nueva oleada vírica.

La degradación de la situación sanitaria no se pudo sostener más y las autoridades tuvieron que encender nuevamente los focos rojos, naranjas y amarillos en el país y eso que, de acuerdo con los expertos, los números reales sobre el incremento de personas contagiadas y fallecidas serían cuatro veces más elevados a los que declaran los funcionarios. O sea, la Covid-19 ya está pasando la factura necrológica a los mexicanos que se entregaron a la pachanga electoral.

Y como las calamidades no vienen solas, ahora que concluyó el proselitismo electoral también se dejó de vacunar a la gente. Antes de las elecciones del 6 de junio, el gobierno lopezobradorista aceleró lo más que pudo la inoculación de las personas llegando a cifras diarias de entre 900 mil y un millón de dosis aplicadas, pero tras el 6 de junio se cayó por mitad el ritmo. Diversas mediciones académicas y periodísticas han señalado tal situación al grado que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo que reconocer el declive de las cifras de vacunación, pero justificando que es por “falta de dosis”, no de ganas. Ajá.

¿Qué revela lo anterior? Lo que todos ya sabían, que la vacunación era otra bandera electoral para el partido en el gobierno por eso se aceleró la inmunización antes del 6 de junio, pues fue una forma para condicionar el voto a favor de los candidatos oficiales. Sin embargo, lo más grave es la versión de que en las regiones donde los candidatos morenistas perdieron es también donde se ordenó dejar de vacunar a la población. Traducción: desde el gobierno se está castigado el crimen de no votar por Morena.

Habrá que esperar el informe de los estudiosos para verificar si efectivamente en aquellos municipios, distritos o estados donde el morenismo perdió se aplica una suerte de escarmiento epidemiológico contra los votantes. La especie es muy perversa y hasta tiene un atisbo de genocidio, guardando las proporciones, pero destacando que acceder a la vacuna anti-Covid es la oportunidad de vivir. ¿Si hicieron ganador a Morena tienen derecho a vivir y si provocaron su derrota se merecen infectarse y morir? Así de extrema es la deducción.

VOTO DE CASTIGO

Hablando de pandemia y elecciones, ayer domingo en Francia se realizó la primera ronda de votaciones para renovar las representaciones regionales y departamentales -algo así como gubernaturas-, y la Covid-19 votó como ya se había anticipado ocasionando que el partido en el gobierno La Republique en Marche (LREM) -La República en Marcha- se desplomó al quinto lugar alcanzando apenas el 10.9 por ciento de los votos totales. Es decir, el macronismo, el movimiento que lidera el presidente Emmanuel Macron, se descalabró.

La interpretación general es que los franceses le reprochan al gobierno macronista su gestión en la crisis sanitaria y además están que trinan por el año y medio que estuvieron encerrados. Nadie olvide que hace un par de semanas un joven de plano agarró a bofetadas a Macron durante una de sus primeras giras postpandémicas al interior del país. El segundo mensaje es que se tuvo un abstencionismo récord de alrededor del 66 por ciento, es decir, solo uno de cada tres ciudadanos fueron a votar. Y ahí se rompió el mito de que cuando la gente no sufraga gana el partido en el gobierno. No, al proyecto macronista lo desplomaron en estos comicios que son antesala de los presidenciales del 2022.

La buena noticia es que también la extrema derecha representada por el partido Rassemblement National -Reagrupamiento Nacional- también ‘mordió el polvo’ -aunque no tanto como el partido del presidente- pues reunió el 19 por ciento de los sufragios. Mientras tanto, la izquierda -los partidos Socialista, Verde y Francia Insumisa- acopiaron el 34. 3 por ciento de los votos y la derecha con Los Republicanos llegaron al 29.3 por ciento.

Esto significa que al menos en la primera ronda, los partidos tradicionales vuelve a ser votados por la ciudadanía y ésta repudia a los candidatos ligados al poder presidencial o a la ultraderecha cuasi nazi. ¿Cuál es el trasfondo de lo sucedido? La prensa ha dicho que se trata de “fatiga democrática” y la lideresa de la extrema derecha Marine Le Pen, quien busca nuevamente disputar las presidenciales el año que viene, de plano lo llamó “desastre cívico”. No obstante, la opinión a ras de suelo es que hubo voto y abstención de escarmiento.

LA FÊTE DE LA MUSIQUE

El reencuentro postpandemia entre la gente se da a tientas, todavía enmascarada y con miedo porque el virus ahí sigue cobrando víctimas pese al avance de la vacunación y el descenso en las estadísticas hospitalarias en Europa. De esta forma llega el solsticio de verano hoy lunes 21 de junio y Francia a la Fête de la Musique – la Fiesta de la Música- que este año cumple 39 años de realizarse. A diferencia de la tradición que siempre la ubica la fecha en el segundo domingo de junio, ahora se recorre 24 horas para que coincida con el calendario astral.

¿Y qué es la Fiesta de la Música? Una idea genial que tiene que ver con la libertad de expresión a través del canto, el baile y los sonidos de las notas musicales. Un día al año todos -profesionales, amateurs o aventurados- pueden organizar su propio concierto o presentación ya sea ante un público masivo en una plaza o ante uno o dos paseantes en la esquina de su casa. Lo importante es hacer la música. Miles, varios o uno solo tocando un instrumento o cantando una canción a cualquier hora o durante toda la jornada para honrar el idioma universal que es la música.

Francia lo inició en 1982, pero ahora ya se reproduce en 120 ciudades alrededor del mundo. Este año es particular porque el reencuentro, como se dijo en las líneas iniciales, ya que la edición 2020 si bien no fue anulada totalmente la concentración de personas fue muy limitada, los conciertos y artistas fueron contados, se privilegiaron los espectáculos en la internet y en muchas ciudades francesas de plano se suspendió.

Hoy se regresa el festival a la calle, pero con medidas sanitarias. Además del uso de mascarilla también se exigirá el llamado “Pass Sanitaire” o “Pase Sanitario” en conciertos con más de mil asistentes que consiste en mostrar el certificado de haber recibido la vacuna anti-Covid. Las autoridades afirman que será una fiesta “corona-compatible”, pero los románticos son más directos: la Fête de la Musique en este 2021 será “una nota de esperanza”.

LOS CHABACANOS

La contracara de los eventos de primer nivel se tiene en Córdoba con el inicio de los festejos por el bicentenario de los Tratados de Independencia. Vaya chabacanería. A pesar de la importancia de la fecha y de la oportunidad para que la Ciudad de los Treinta Caballeros se luciera a nivel nacional e internacional todo apunta a que quedará en una fiesta de pueblo. El sábado comenzaron los eventos para la conmemoración histórica, ¿adivinen con qué? ¡Con una exhibición de retratos y con bailables regionales! Solo les faltó vender antojitos y agua de horchata.

¿Quién es el responsable del área de Cultura del ayuntamiento? Dicen que una tal Nadia Zilli a quien debería despedir por generar un evento tan deprimente. Claro, a la alcaldesa Leticia López Landero no se le puede pedir algo destacado en el rubro de la cultura pues la señora a duras penas sabe escribir su nombre y apellido completos, pero para eso son los colaboradores que deberían ser avezados en la materia, y que éstos sean iguales de burros es una afrenta para la ciudad.

¿Y quién es el autor de la muestra fotográfica? No son artistas ni académicos sino los empleados de la Secretaría de Gobierno, por eso las imágenes carecen de la calidad artística y algunas de plano están “muy jodidas”, dicen los colegas que ya las vieron. De pena ajena. El Bicentenario de los Tratados de Córdoba es la oportunidad para que la ciudad reboce de conciertos, simposios y tertulias con intelectuales de toda América Latina, obras teatrales y conciertos de talla internacional, pero todo inició como si fuera una kermés para coronar a la Flor más Bella del Ejido.

Nada más noten el despropósito: en la tierra de gigantes como Emilio Carballido, Rafael Delgado, Jorge Cuesta y Rubén Bonifaz Nuño, el primero que abrió el ciclo de conferencias fue ¡¡ el bajacaliforniano Patrocinio Cisneros, secretario de Gobierno!!, otro que con esfuerzos sabe leer y escribir, igual que la alcaldesa. Por cierto, la chabacana López Landero se derritió en zalamería con Cisneros y el gobernante estatal, Cui tláhuac García a quien incluso llamó, en su discurso, “mi querido gobernador”. Bien dicen que el amor, el dinero y la conveniencia no se pueden ocultar.

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