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EL MINUTERO

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MENDOZA, LO INÉDITO

Las elecciones municipales en Chiconamel y Jesús Carranza fueron anuladas y se perfilan elecciones extraordinarias para el 2022. Sobre el primero, la Sala Regional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) invalidó el viernes los resultados que favorecían al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Dos semanas antes, el 6 de octubre, el Tribunal Electoral de Veracruz (TEV) también decretó la anulación de las elecciones en Jesús Carranza, fallo que se provee valide el fallo el TEPJF.

En Jesús Carranza no solo estalló la violencia la noche del conteo de votos sino que ésta se prolongó por varios días. Los pleitos entre “familia” son más violentos y así sucedió en ese municipio donde la rebatinga a sombrerazos fue entre Morena y el PT, aliados desde el 2018 pero que en ese lugar postularon candidatos distintos. Son las dos primeras elecciones extraordinarias que se acumulan para el año venidero, pero tal vez no sean las únicas ya que hay más municipio impugnados en los juzgados electorales.

En las elecciones del 2017 también fueron anulados los resultados en tres municipios: Camarón de Tejeda, Sayula de Alemán y Emiliano Zapata cuyos comicios extraordinarios se realizaron el 18 de marzo del 2018 y fueron ganados por la alianza PAN-PRD, las dos primeras comunas, y Morena en la tercera. Ahora, al menos en Chiconamel con el fallo federal ya emitido, es un hecho que el congreso local tendrá que nombrar un concejo municipal y convocar a nuevas votaciones.

Por cierto, entre los casos pendientes a resolver por los tribunales destaca uno que podría sentar un precedente en la historia de la entidad y es el de la elección en Camerino Z. Mendoza, ganada con todas las trampas del mundo y el presupuesto de la Procuraduría del Medio Ambiente, por Héctor Rodríguez Cortés, hermano del titular de la dependencia, Sergio Rodríguez quien ya fue alcalde del lugar y tiene un historial tan negro que asusta al más ‘curado de espanto’.

En días pasado, también el TEPJF emitió un fallo recomendando al TEV revisar la sentencia tde validez en Ciudad Mendoza pues no consideró la violencia política de género contra la candidata de la alianza PAN-PRI-PRD, Ingrid Romero García. Ella está casada con un sobrino del fallecido arzobispo de Jalapa, Hipólito Reyes Larios y del edil saliente, Melitón Reyes, y fue objeto de una feroz campaña de ataques por operadores de Rodríguez Cortés.

La llamaron “rata reina”, “sirvienta de los Reyes Larios”, la “sobrina del obispo”, “la mujer de…” entre otros epítetos que a diario le llovían en panfletos y cuentas de redes sociales, y los Rodríguez Cortés llegaron al extremo de enviarle un ataúd con su nombre grabado como amenaza directa de muerte. Ahora el tribunal federal acreditó tal violencia contra la candidata y en consecuencia pidió a sus homólogos estatales emitir una nueva sentencia sobre la validez de la elección mendocina.

En Mendoza todos conocen el talante de los Rodríguez Cortés, profundamente misóginos, violentos y envalentonados con las mujeres pero que se acobardan frente a los varones. Basta recordar el caso de la exalcaldesa Dulce María Romero Aquino, antecesora de Sergio Rodríguez, sobre la cual volcaron carretadas de lodo y ataques de denuesto extremo. Así son ellos.

A lo anterior se suman las carretadas de dinero que salieron del gobierno estatal para comprar votos a favor del candidato de Morena y los cálculos más conservadores estiman que rebasó en diez veces el tope de campaña. Además, la diferencia de votos entre Romero y Rodríguez apenas es de 4 puntos porcentuales cuando la legislación vigente establece que el 5 por ciento es una aliciente para la anulación. En resumen, hay todas las condiciones para invalidar los comicios aunque lo inédito estaría en la agravante de violencia de género.

¿QUIÉN LE TIENE MIEDO?

Los que fueron niños y adolescentes en las décadas de los setentas y ochentas han de recordar un juego motivacional llamado “¿Quién le tiene miedo a la muerte?, que se jugaba en grupos, entre más numerosos mejor -¿lo seguirán practicando?. Pues bien, el método consistía en poner una fila de personas, por lo regular de adultos o los jugadores de más edad, al centro de un patio o una cancha, justo a la mitad para abarcar toda su anchura.

El resto de los jugadores se ubicaban en uno de los lados y cuando el moderador gritaba esa pregunta -¿quién le tiene miedo a la muerte?- todos respondían: ¡Nadie! , y corrían para atravesar la valla humana y llegar al otro lado. Los que estaban formados en línea fungían como un filtro porque atrapaban a los que podían y esos quedaban descalificados, fuera del juego. Y así se repetía una y otra vez, y al final los que lograban tocar ambos extremos del patio luego de varias rondas eran los ganadores.

Dicho juego, aparentemente inocente y divertido, era en realidad una recreación de la vida misma. Los que se formaban a mitad de la cancha para atrapar a los jugadores eran la representación de la muerte que corta vidas y solo unos cuantos logran continuar. Por su puesto había una moraleja que consistía en entender que se necesita del trabajo grupal e individual para lograr atravesar el cerco “mortal”. No todos lo harían pero los que sí ya significaban el triunfo sobre la muerte a destiempo.

El quehacer individual era la capacidad para evadir a los atrapadores y colarse entre los espacios que se abrían en la valla mientras que el trabajo colectivo tenía cuatro componentes: el número, la velocidad, el desafío y la aceptación. Se lanzaban corriendo, no caminando, y eran tantos que la “muerte” no podía atrapar a todos. Los participantes retenidos entendían que si ellos no llegaban al otro lado, sus compañeros lo harían. Era, por entenderlo así, el sacrificio gregario como lo definen los estudiosos.

Otros lo definen como la selección natural o la sobrevivencia de la manada. Está en la naturaleza misma, entre más individuos haya más sobrevivientes quedarán. Las tortugas marinas, por ejemplo, ponen decenas de huevos en cada nidada y de ellos apenas dos o tres llegarán a adultos para continuar la especie, el resto se quedará en el camino. Y, obviamente, todo sacrificio requiere de valentía para preservar lo grupal, para que otros lleguen.

La referencia del ese juego viene por las imágenes que el fin de semana se difundieron de la caravana de migrantes centroamericanos y caribeños que en Tapachula, Chiapas, rompieron la valla de policías para avanzar en su rumbo hacía el norte. Lo que hicieron, lanzarse en tropel y embestir a los uniformados que tenían toletes y escudos, es el exactamente como el juego “¿Quién le tiene miedo a la muerte?” Los primeros que enfrentaron a los agentes cayeron, fueron detenidos o por lo menos apaleados, pero el sacrificio fue un éxito porque la mayoría logró pasar el cerco.

Es el juego de la vida, pues, y una vida mucho más difícil en aquellos que huyen de la miseria, la violencia, el crimen, los gobiernos autoritarios y las calamidades naturales de sus países de origen aventurándose a cambiar en tierra ajena y hostil. Quedarse en sus lugares natales no es opción, tampoco frenarse ante los muros policíacos o el tamiz mortal que coloca el crimen organizado. Unos quedan atrapados pero otros lograran pasar y llegar a su destino. Lo triste e indignante es que en México, el falso gobierno humanista se convirtió en un factor de muerte para esos jugadores del destino.

ROSTROS EN EL SUELO

Va otra historia pre-Día de Muertos. Después de casi dos años cerrado por la pandemia de la Covid-19, esta semana reabren al público el fuerte de San Juan de Ulúa en el puerto de Veracruz donde ocurren sucesos sobrenaturales. Al menos eso demuestran unas fotografías todas hace algunos años por un turista francés que lo visitó. En algunas fotos captadas dentro de las mazmorras se apreciaba un rostro -al menos en la imagen más visible – en el suelo formado por las manchas de humedad y moho.

Se veía claramente, pero lo tétrico era la expresión de dolor que tenía, un gesto de sufrimiento. Al revisar con calma las fotografías, el turista inicialmente pensó que era una pareidolia que es la percepción sicológica -en la mente- de una imagen errónea sobre algún objeto o superficie influenciada por el relieve o la iluminación que confunde a quien la ve, pero lo descartó porque otras dos fotografías tomadas desde ángulos diferentes mostraban los mismos rostros.

¡Son como las Caras del Bélmez!, expresó una de las personas que las vio en París. Efectivamente, ese rostro era similar a los que aparecieron en la cocina de una casa en el pueblo Bélmez de la Moraleda, en Jaén, España El fenómeno inició en 1971 y hasta la fecha hay testimonios de que siguen surgiendo rostros formados en el piso y paredes de cemento. Durante cinco décadas los han raspado, cubierto de nuevas capas de cemento y pintado, pero siguen formándose con ayuda del moho.

No son uno ni dos sino varios, y tampoco se trata de rostros abstractos sino que se pueden distinguir si pertenecen a mujeres, hombres, adultos mayores y niños con vestimenta incluso. Las caras no solo presentan gestos de dolor y sufrimiento sino que van cambiando con el tiempo. Se “mueven” de lugar y sus expresiones van modificándose con las semanas, los meses o los años. A veces unos desaparecen, pero luego reaparecen.

Nadie ha encontrado una explicación lógica ni científica de las “Caras de Bélmez” que están consideradas como un caso paranormal. Se ha dicho que la vivienda está construida sobre un antiguo cementerio, o sobre una fosa común de la Guerra Civil y algunos especulan que el sitio fue una sede de aquelarres durante la Edad Media. Los rostros en el suelo de Bélmez, dicen los expertos en lo sobrenatural, son almas que quedaron atrapadas en ese lugar de sufrimiento. Eso explicaría, desde esa visión extranormal, las caras de San Juan de Ulúa que también fue un lugar de dolor y muerte. Durante décadas sirvió de prisión, una de las peores a donde se enviaron delincuentes peligros y presos políticos a los que se les querían impartir un escarmiento por medio de la tortura. ¿Cuántas almas están atrapadas allí?, ¿algún visitante local o cuidador ha visto esos rostros en el suelo o sus muros? ¡Que miedo!

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