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El minutero

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PALABRERÍA

 

Sonaba muy bello para ser verdad, aunque no faltó quien tenía el anhelo de que finalmente el copetón Enrique Peña Nieto le hiciera un favor a la patria y presentara su renuncia a la Presidencia de la República. 

Así se lo exigieron miles de estudiantes en las manifestaciones del pasado 20 de noviembre de la Ciudad de México y se lo han repetido miles más a lo largo y ancho del país: ¡Qué se vaya!. 

Es más, le dieron un plazo para irse de Los Pinos y éste vence  el próximo domingo 30 de noviembre. Es evidente que no lo hará pese a la crisis de gobernabilidad por la que atraviesa la nación.

 

En cambio, el mexiquense anunció ayer una serie de medidas insuficientes para superar la situación caótica que se vive por la infiltración del crimen organizado en los tres niveles de gobierno, la impunidad que ampara a los delincuentes y la corrupción de los cuerpos policiacos que tienen su ejemplo más reciente –e infamante- en la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero.  

En Palacio Nacional y rodeado de los 30 gobernadores del país –algunos de los cuales no deberían estar allí, sino frente a un tribunal rindiendo cuentas-, Peña Nieto anunció 10 acciones para restaurar el Estado de Derecho en México.

 

De ese decálogo quizás lo único novedoso fue la creación de la Ley contra la Infiltración del Crimen Organizado en las autoridades municipales y con la cual será posible la disolución de cabildos enteros cuando se compruebe que estos están invadidos por los carteles de la delincuencia. 

De darse, más de la mitad de los tres mil ayuntamientos del país tendrían que ser extinguidos y varios de ellos en Veracruz donde la voz popular señala desde hace tiempo los nexos muy oscuros de muchos alcaldes.

 

Los ayuntamientos locales que se tendrían que disolver son Coatepec, Orizaba, Las Choapas, Coatzacoalcos, Paso de Ovejas, Atoyac, Alvarado, Martínez de la Torre, Tuxpan, Vega de Alatorre, Tampico Alto, Pueblo Viejo, Cosamaloapan y otros más donde los que mandan son los grupos delictivos. Disolver tales cabildos sería una buena medida para empezar pues para corregir toda la situación se necesita escalar hasta el gobierno estatal.

 

El resto de lo anunciado por Peña Nieto son anuncios para espantar “con el petate del muerto” a los narco-políticos. Por ejemplo, el copetón Peña Nieto anunció la desaparición de las policías municipales y la creación de “mandos únicos”, coordinados por las administraciones estatales y eso en Veracruz ya se ha aplicado con un resultado de fracaso.

 Los mandos  unificados y los “nuevos modelos” policiacos que pusieron en manos del secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez no solo son ineficientes sino están bajo sospecha de colaborar con los criminales y en el menor de los casos, de  tolerarlos.

 

Dos ciudades son muestra de lo anterior, Córdoba y Coatzacoalcos, donde la extorsión, el secuestro, las ejecuciones y los asaltos se cometen a diario y en las narices de los policías estatales. 

En cuanto al resto de los puntos de Peña Nieto como el fomentar inversiones y crear empleos, establecer  la Clave Única de Identidad y hasta la línea telefónica de emergencia con el número 911, al estilo de los Estados Unidos, es mera demagogia. 

El mexiquense prometió “limpiar a México de la criminalidad”, pero no lo hará porque eso también significaría disolver su propio gabinete y meter a la cárcel a casi toda la clase política y buena parte de la empresarial del país.

 

México no requiere nuevas leyes ni anuncios espectaculares, sólo basta con  la voluntad para aplicar las normas ya
existentes. 

Eso sería suficiente para que los delincuentes sean enviados a prisión, no solo los que operan los carteles de la droga, sino también los carteles políticos y empresariales. 

Voluntad para cumplir y hacer cumplir la ley es lo que urge, todo lo demás es mera palabrería.

 

EL RABO Y LA OREJA

 

Extasiado porque aseguraba que les cortó “el rabo y la oreja” a los toros bravos –aunque muchos opinan que solo son bueyes- del congreso local y de los medios de comunicación durante su comparecencia en la glosa del cuarto informe gubernamental, el defeño Arturo Bermúdez Zurita decidió festejar tal hazaña con un ágape de antología en el restaurante Asadero Cien de la avenida Maestros Veracruzanos en la capital del estado, el cual mandó a cerrar a público toda la tarde y noche del lunes.

 

El lugar fue exclusivo para los mandos altos y medios de la Secretaría de Seguridad Pública, es decir los consentidos y allegados de Bermúdez, así como uno que otro invitado especial, entre ellos algunos periodistas.  

La juerga se extendió hasta muy noche pues se destaparon decenas de botellas
de licor. 

Vaya, tanta era la euforia y el buen momento que allí mismo el subsecretario de la dependencia, Rafael Lam Muñoz, anunció su próxima boda, dando otro motivo más para continuar con el descorche de finas botellas.

 

Por cierto, en el cotilleo reporteril se menciona que Arturo Reyes González, jefe de prensa de Bermúdez repartió ese lunes 165 mil pesos entre algunos de  los comunicadores que acudieron a la sede legislativa para cubrir la comparecencia del funcionario –a razón de 5 mil por cabeza, o sea que sólo alcanzó para 33 de ellos- con el objetivo de que hablaran “bonito” de su diatriba e ignoraran cuestionamientos rudos –vaya, como si los hubiera- de los legisladores. 

En especial para borrar el tapete mediático toda alusión a los desaparecidos, detenidos por la policía estatal, y el caso de la columnista Marijose Gamboa, presa indebidamente desde el mes de julio pasado.

 

Claro esos montos chayotescos fueron para la tropa de a pie pues hubo periodistas de angora que recibieron 20, 30 y hasta 50 mil pesos directamente en sus oficinas o redacciones para que tratarán con algodones a Bermúdez Zurita. 

¿De dónde salió el dinero, la comilona y los sobornos reporteriles?. 

He ahí una de las explicaciones porque no alcanza el presupuesto de la SSPE para comprar armas o equipo a los gendarmes para que combatan la delincuencia. 

En el caso de esos periodistas que aceptaron gustosos el soborno –y que se dejan cortar el rabo y la oreja, como él mismo lo presumía en la francachela- son el motivo por el cual Bermúdez se refiere a todos los representantes de la prensa  como “pinches medios”. Puras vergüenzas.

 

LA CUEVA DE LADRONES

 

La renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas al Partido de la Revolución Democrática (PRD) fue una buena noticia para la izquierda mexicana y también para la vida política del país. 

Los únicos que deben estar asustados son el grupúsculo conocido como “Los Chuchos” que se apoderó del control partidista y convirtió  al Sol Azteca en un satélite que se alquila al sistema.  Una vez más, hay que reconocerlo, Cárdenas marca la pauta sobre los virajes que en política hay que dar cuando las instituciones se pudren.

 

En 1988 salió del Revolucionario Institucional y abrió una ruta que, en su momento, logró juntar a partidos comunistas y socialistas, así como movimientos populares en un proyecto llamado PRD que dio forma a la izquierda dispersa. 

 Ahora, 25 años después, vuelve a emigrar. La renuncia de Cárdenas al PRD no se dio por el caso del exalcalde de Iguala, José Luis Abarca, que fue arropado por Los Chuchos pese a sus nexos con el narcotráfico y que metió en crisis a todo el partido, sino porque el proyecto perredista fue alquilado a la Presidencia de la República de manera más  burda y más intensa que cuando lo hicieron con el panista Felipe Calderón desde el 2006. 

 

La resquebrajadura perredista no viene de la exhibición de la narco-política imperante en el partido sino del Pacto por México, otra asociación delictuosa para secuestrar y robar al país. 

Al aprobar reformas constitucionales lesivas para la nación, los perredistas, sumados a ese cartel de la política en los que convergen el copetón Enrique Peña Nieto y otros líderes y legisladores del PRI y del PAN, actuaron como verdaderos fascinerosos en contra de la patria. 

El PRD echó al retrete todos esos principios y optó por darle navajazos en la espalda a millones de mexicanos. Entonces, la salida de Cárdenas no es un hecho fortuito e incluso se había tardado –muchos activistas y analistas la calificaron de tardía pues desde hace tiempo el partido se descompuso- .

 

Ahora la inercia es la desbandada pues el michoacano ya dio el primer paso para que miles de militantes concluyan su estancia en ese partido convertido en una sucursal del priísmo y del peñismo. 

Los que no se fueron con el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador cuando renunció para fundar el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), lo harán ahora tras la partida de Cárdenas.  

En Veracruz, el exdirigente estatal y exdiputado local, Juan Vergel Pacheco hizo pública su separación de las filas perredistas. 

De hecho estaba casi afuera desde hace tiempo, no porque quisiera sino porque prácticamente fue echado a la mala de la dirigencia estatal.

 

No hay que olvidar que  un grupo de fidelistas encabezados por el exalcalde mendocino, Sergio Rodríguez Cortés tomó por asalto al Comité Directivo Estatal. 

Y Vergel no se equivoca al decir que tiene dudas sobre a quién o dónde  entregar su renuncia, y bien podrían presentarla en la Secretaría de Gobierno del Estado, aunque mejor debió hacerlo  en la casa del exgobernante estatal, aquel que no debe ser nombrado. 

Ese es el verdadero líder de la causa perredista en Veracruz y eso demuestra el grado en que se pudrió ese partido.

 

También hay muchos perredistas que se están  tardando en irse. Uno de ellos es el diputado por Xalapa y fundador del Movimiento Popular Independiente (Mopi), Uriel Flores Aguayo, quien es de los pocos que ha mantenido la congruencia entre lo que dice y su desempeño público. 

Su estancia en el PRD ya está por demás, desde hace tiempo ha enfrentado  a los pillos que tomaron por asalto al partido pero no
los superó. 

Para mantener esa congruencia es urgente que Flores Aguayo  se vaya de ese nido de corruptos.

 

Él como muchos miles de militantes provenientes de las luchas campesinas, obreras, urbanas, ecologistas y por supuesto, político-democratizadoras, ya  no tienen cabida en el PRD que terminó convertido en una cueva de ladrones. 

Para ellos el permanecer más tiempo allí es un desprestigio. Ahora sí como dicen los jovenzuelos en las colonias: ¡burro el último!

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