


CONTRA EL TERROR
Ayer domingo fue un día histórico en Francia, pues más de 3.5 millones de personas salieron a las calles y llenaron plazas como homenaje luctuoso a las 17 personas que perdieron la vida en los últimos días debido a los ataques terroristas, entre ellos ocho periodistas del semanario Charlie Hebdo, donde se produjo el primer atentado el pasado miércoles
7 de enero.
Nunca en la historia del país galo tal multitud se había reunido por una causa, incluso la concentración dominical fue más grande que la marcha del 26 de agosto de 1944, cuando París fue liberado de la invasión nazi.
De la plaza Nación a la plaza de la República marcharon 1.5 millones de personas en la capital francesa, según datos oficiales —otros aseguran que fueron 2 millones— y en el interior del país se estima que entre 3.2 y 3.5 millones también salieron a las calles.
Fue una movilización impresionante también para repudiar el terrorismo y la intolerancia religiosa o política. La frase “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie) que nació en las redes sociales se volvió el lema que reunió a todos, de todos los colores, ideologías, profesiones y creencias, en torno a un sentimiento nacional: repudiar la violencia y defender la libertad
de prensa.
“Estoy de luto, no en guerra” fue uno de los slogans que la multitud plasmó en carteles y resume el sentimiento general: no a una respuesta armada contra el pueblo musulmán, que el Gobierno no caiga en la tentación de combatir la violencia con más violencia y el terror con
más terror.
Para los musulmanes fanáticos también hubo mensaje: “Aquél que mata a un hombre, mata a toda la humanidad” tomado del versículo 5V32 de El Corán, el libro sagrado del Islam y que fue portado por creyentes del profeta Mahoma, en cuyo nombre mataron a balazos a los caricaturistas de Charlie Hebdo.
La frase es muy parecida a lo que recita el Talmud, el libro sagrado de los judíos: “quien salva una vida, salva al mundo entero”.
Otro lema clamado como prevención contra los odios religiosos o raciales fue “Yo soy Charli, soy judío, soy musulmán, soy cristiano”.
“Yo soy un pueblo, soy Francia”, es decir, que el país está formado por todos ellos, no se puede excluir o cercenar a ninguno porque son parte de la nación. Y otra más: “hay que combatir juntos toda violencia, todo fascismo, todo terrorismo”.
La marcha parisina fue encabezada por el presidente François Hollande, acompañado por sesenta jefes de Estado y de Gobierno de Europa, Medio Oriente y África, así como de casi todas las expresiones
políticas francesas.
Aunque la participación de los políticos no es lo importante, si hay lecturas a rescatar.
La primera porque ellos deben escuchar el clamor popular de no responder con guerra a los actos terroristas en París, no ir a masacrar pueblos enteros en nombre de una lucha antiterrorista como lo ha hecho Estados Unidos. No llevar terror a civilizaciones que no tienen responsabilidad de lo que hacen unos cuantos fanáticos.
Algo importante es que no estuvo presente la ultraderecha francesa aglutinada en el Frente Nacional. Su dirigente, Marine Le Pen, sí salió a manifestarse con unos mil seguidores en la ciudad de Beaucaire, al sur de Francia, donde dijo que la marcha de los otros líderes de partidos políticos, de Hollande y de todos los presidentes invitados de otras naciones fue “una gran lavadora (en alusión un revoltijo) que ha permitido a muchos no rendir cuentas de sus acciones”.
Su padre, Jean-Marie Le Pen, presidente de honor del FN y más extremista que la hija, los calificó de “payasos responsables de la decadencia
de Francia”.
¿Por qué insistir en los Le Pen y el Frente Nacional?, porque es un partido casi nazista que va en crecimiento en Francia, que ha ganado terreno en las últimas elecciones y que abandera las causas de segregación racial e intolerancia, mismas que llevará al escenario político-electoral en breve.
Así, el peligro de la intolerancia no sólo viene del exterior con los fanáticos religiosos del Islam sino también del propio seno de Francia con los ultraderechistas que claman por golpear a esos que ellos
consideran invasores.
A ellos también hay que frenarlos pacíficamente, es parte del fascismo que se debe combatir como señalaron los participantes en la marcha
histórica de Francia.
Vaya, si así respondieran los gobernantes y todos los mexicanos ante la masacre de periodistas en México —que también son atentados terroristas— otra realidad se estuviera contando en nuestro país, donde en el último decenio han sido asesinados 80 periodistas y están desparecidos
veinte más.
Es decir, acá hay un centenar de reporteros tocados por el crimen, la intolerancia y el fanatismo —de ellos 15 son veracruzanos que han sido victimados y hay cuatro desaparecidos, incluyendo al último, Moisés
Sánchez Cerezo—.
Si así respondiera la multitud mexicana cuando atacan a un diario —como El Buen Tono, que fue incendiado por manos criminales a las que protege el Gobierno estatal— también otro gallo cantaría para la libertad
de expresión.
Son odiosas pero necesarias las comparaciones: Francia es un país de leyes y de voluntad para aplicarlas donde en horas identificaron a los atacantes de Charlie Hebdo, los
ubicaron y castigaron.
México es un país de impunidad donde se crean fiscalías especiales para archivar las investigaciones y donde la constante es culpar a las víctimas de su propia desgracia, en lugar de perseguir a los criminales.
ONCE DÕAS/SEIS MESES
Hoy lunes se cumplen once días de que un grupo armado se llevó al periodista y activista social, Moisés Sánchez Cerezo y nadie sabe de
su paradero.
Lo sacaron de su domicilio los policías “acreditados” del defeño Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública, que estaban asignados a la Policía municipal de
Medellín de Bravo.
Son once días de incertidumbre porque las autoridades comenzaron tarde a buscarlo y han ocupado más tiempo en descalificar la condición de reportero, en fotografiarse con la familia y lanzar promesas de saliva que en trabajar para localizarlo.
También hoy se cumplen seis meses de que el Gobierno mantiene encarcelada a la columnista porteña Marijose Gamboa, quien se vio involucrada en un accidente vial el 12 de julio pasado, que fue usado por el Gobierno para castigar su pluma crítica y por no sumarse a los aplaudidores del gobernante en turno.
Esos son dos casos que hoy confirman que México ni Veracruz son tierra de leyes ni de justicia —la ley y la justicia son cosas diferentes— sino al contrario, los periodistas son considerados como enemigos públicos.
Claro, los periodistas que dicen la verdad y sirven a la sociedad, no los que hicieron de la lisonja un modo de vida. Los casos de Marijose y Moisés como los de los otros periodistas asesinados y desaparecidos, así como la impunidad en el ataque a esta casa editorial, El Buen Tono, hacen que Veracruz sea vergüenza ante el mundo.
SEGUNDA CONVOCATORIA
Este lunes se conocerá la segunda convocatoria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para la inscripción de los aspirantes a las candidaturas a diputados federales en 117 distritos electorales del país, mismas que serán designadas a través de una Comisión de Postulación.
En Veracruz serán ocho los distritos cuyas postulaciones se definirán por esta modalidad: Coatepec, Tantoyuca, Poza Rica, Orizaba, Veracruz Rural, Boca del Río, San Andrés Tuxtla
y Minatitlán.
Otros nueve distritos —Xalapa Rural y Xalapa Urbano, Veracruz, Córdoba, Tuxpan, Cosamaloapan, Zongolica, Acayucan y Coatzacoalcos— tendrán el método de Asamblea de Delegados para seleccionar a sus abanderados y ya desde la semana pasada se dieron las inscripciones, las cuales fueron en realidad la presentación de los “elegidos” por Palacio de Gobierno.
En ocho de esos distritos se anotó un único aspirante y sólo en el distrito de Córdoba hubo dos aventurados que quisieron echarle a perder la teoría del “candidato de unidad” a Marco Antonio Aguilar Yunes.
Ellos fueron Alejandro Herrera Marín y el ex alcalde Juan Lavín Torres, cuyas inscripciones ya fueron desechadas por la Comisión de Procesos Internos.
¿A poco este par de ingenuos creyeron que iban a ser tomadas en cuenta sus aspiraciones? Desde el momento que jorobaron al fortinense con su inscripción, sus papeles fueron lanzados al cesto de la basura. Así de simple.
Además, ninguno de los dos es paladín de la democracia ni modelo de virtud. En los hechos, Aguilar Yunes es mejor carta que ellos, aunque lleve el sello de
la imposición.
Por cierto, el fin de semana Oliver Aguilar Yunes, hermano de Marco Antonio, bautizó a su hijo y el padrino fue el senador peroteño, José Yunes Zorrilla. Vaya que los Aguilar Yunes no dan paso sin huarache, porque el que será candidato en Córdoba se hizo compadre por doble ocasión con el gobernante en turno y el hermano aplicó la misma técnica de buscar un compadre influyente, o sea a Yunes Zorrilla, a quien muchos ven como un futuro mandatario estatal, sea en la próxima contienda o en
la siguiente.
La ceremonia bautismal celebrada en la catedral del puerto de Veracruz se convirtió en un evento político y de interés público, sobre todo ahora que Yunes Zorrilla está confrontado con el duartismo y hay visas de un posible rompimiento. Tanto Yunes Zorrilla como el otro senador priísta, Héctor Yunes Landa, están desenterrando el hacha de guerra. El tema es abundante por las consecuencias que puede traer a la vida política de Veracruz y merece, por supuesto, una columna aparte.
Regresando al tema de las candidaturas priistas, otro punto a destacar es que finalmente el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que va en coalición con el tricolor, postulará candidatos en cuatro distritos, entre ellos Huatusco, ubicado en la
zona centro.
Las otras demarcaciones son Pánuco, Martínez de la Torre y Cosoleacaque, aunque esos candidatos en realidad serán priístas que se “afiliarán” de último momento a ese partido de la chiquillada. Huatusco es una plaza difícil para el tricolor, pues el Partido Acción Nacional tiene el control la cabecera y buena parte
del territorio.


