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El otoño del patriarca

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Durante la marcha por el esclarecimiento de las desapariciones de normalistas en Guerrero, a Cuauhtémoc Cárdenas los anarquistas del quejido lo increparon, lo insultaron y lo persiguieron con injurias sin sentido; hicieron de la insensatez majadera un distintivo y una muestra de su baja estatura, de su montonera y cobarde condición de estridencia sin fin; sin ideas, huérfana de dignidad, pero abundante en frases huecas.

 

No fueron muchos pero fueron suficientes para probar con su rudimentaria minoría, el peso real de la protesta. Cualquier reclamo cierto y justo se desvanece con provocaciones como esta.

 

Sin embargo en el pozo de todo esto se muestra con claridad cómo los canales institucionales comienzan a perder eficacia. Ya no se quiere –ni se cree–,  la conducción de los partidos políticos, ya no se confía en las instituciones de justicia, ya no se les da mérito ni credibilidad a los poltulo siempre rechazado) sino como o ciidadab o indignado y no co o diriegnte ginarias. cicaciones como esta. y una muyestra íticos de ninguna tendencia o dimensión. Todo es el descreimiento, el escepticismo, la ruta más directa a la nada, al vacío total; la incredulidad, el “agnosticismo social”, al desprecio por todo y hacia todo.

 

Sociedad en cuyos rencorosos sótanos no hay espacio para discernir entre culpables verdaderos y culpas imaginarias. El propio Cárdenas ha dado muestra de esta ambigüedad: fuera de la dirección del Partido de la Revolución Democrática prefiere militar y marchar como ciudadano indignado y no como dirigente formal; no como líder moral (título siempre rechazado) sino como presencia ante los inmorales de la pedrea anónima.

 

Y lo persiguen y lo echan y al maestro Adolfo Gilly lo descalabran (un descalabro más en su vida) y lo sangran de la cabeza y lo ponen frente a sus recuerdos de un pasado carcelario.

 

Lo refiere así la prensa:

 

“Unas 30 personas lanzaron agua, piedras y un tambo de plástico al ex candidato presidencial. Hubo gritos de ‘’¡cobarde!”, ‘’¡traidor!’’ y ‘’¡asesino!’’, en referencia a que es parte del partido (PRD) que llevó a la gubernatura de Guerrero a Ángel Aguirre.

“Colaboradores y amigos de Cárdenas Solórzano formaron un círculo de protección en torno al ex jefe de Gobierno capitalino para sacarlo del lugar. Los agresores persiguieron durante varios minutos al político michoacano. Lo orillaron hasta salir de la Plaza de la Constitución, tomar la calle José María Pino Suárez y en la esquina con 20 de Noviembre el chofer del ingeniero logró acercar el automóvil para sacarlo de ese sitio…”

“…Luego de los hechos, Cárdenas aseguró que el incidente ‘’no pasó a mayores”, aunque habló de diferentes puntos de vista y faltas de coincidencia. ‘’No se puede coincidir en todo; es decir, no hay unanimidades… me parece que estos sectarismos, alimentados sin duda por distintas actitudes, es a lo que conducen. Lo importante es que aparezcan con vida los 43 desaparecidos’’.

Pero los desaparecidos no aparecen y lo único visible es la confusión, el mundo de telones cuya espesura opaca no deja ver ni siquiera los túneles y pasadizos del laberinto por donde vamos todo extraviados sin una Ariadna cuyo hilo dorado nos diga por dónde escapamos de los minotauros de nuestra podredumbre.

Y así va el país. Quizá no sea el otoño del patriarca, quizá sea el invierno de México. 

El frío  la oscuridad, la falta de rumbo de luz, de certeza.

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