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De la desaparición de personas a la desaparición de Poderes

Superiberia

 

En Iguala nada importante había sucedido en casi 200 años. En ese entonces se enalteció a la nación y en este ahora se le avergonzó. Es de las localidades guerrerenses que nadie visita porque no tiene la belleza artesanal de Taxco ni la belleza natural de Acapulco. Ni siquiera tiene el truco carretero que obliga a los viajeros a pasar por la capital local aunque nadie se detenga allí. Hasta hay quienes creen que Chilpancingo es una gasolinera. Quizá por eso, un célebre gobernador dijo que “vivir en Chilpancingo solamente siendo gobernador… ¡pero con sede en Acapulco!”.

La actual situación de Guerrero parece muy oscura en lo criminalístico, pero es muy clara en lo político. El gobierno local ya no existe. Nunca he creído en la necesidad de convocar a una sesión senatorial para declarar la llamada “desaparición de Poderes”, de la cual Guerrero posee el triste récord histórico. Ese, que está en desuso desde hace 40 años, era un recurso instalado para desechar a los gobernadores que tenían cierta fuerza, aunque esta fuera de mera apariencia, por lo que resulta innecesaria tratándose de Ángel Aguirre.

En Guerrero fue utilizada en contra de Alejandro Gómez Maganda y de Raúl Caballero Aburto. El primero era un íntimo amigo del expresidente Miguel Alemán y el segundo era un miembro de las fuerzas armadas. Pero Ángel Aguirre no tiene los amigos de Gómez Maganda ni los apoyos de Caballero Aburto. En el almanaque mexicano figura como un político insignificante. Hay 20 o 30 subsecretarios más importantes que él. Por eso la redundancia de una declaración senatorial de desaparición de unos Poderes ya desparecidos. A los políticos frágiles se les larga directamente no se les defenestra congresionalmente.

Pero repito que, técnicamente, el poder político guerrerense ya es imaginario. El gobierno de ese finado estado libre y soberano dará paso a un  protectorado federal, tal como ya sucedió en Michoacán. Podría haber un comisionado federal o designarse al mismo como comisionado de región o algún jefe informal y anónimo. Pero ya no gobernará Aguirre Rivero. Hasta las pesquisas que promete el procurador Iñaky Blanco tendrán que pasar por la venia de Jesús Murillo Karam. Serán culpables o inocentes quienes dicte la Federación no la localidad.

Por eso yo, en el lugar de Ángel Aguirre, ya no dormiría tranquilo. No digo que le vayan a inventar pero sí creo que le vayan a buscar. Marcel Planiol y 15 años que serví a la procuración me enseñaron que, en materia de culpables, cuando no tenemos la buena fortuna para encontrarlos debemos tener la buena inteligencia para seleccionarlos. Pero asuntos de este tamaño no se cierran sin culpables y, mientras más notorios son, más satisfecho queda el respetable-público.    

En mi libro Hacia una teoría pura del poder menciono, entre otros, tres principios del poder político que hoy nos sirven para comprobar que lo que hay en Guerrero no es poder político. Uno de ellos es el principio de plenitud. Por virtud de él se puede explicar que nunca existe el vacío de poder. Podrá no ser el individuo autorizado para ello o el identificado como dueño del poder. Sea de manera formal o informal, sea pública o clandestinamente, pero siempre alguien manda.

Otro es el principio de ubicuidad. Éste postula que, en política, no existe la tierra de nadie. Siempre alguien ocupa la que está vacante y con ello se adueña de ella. Por eso, la tierra de nadie es una fantasía creada por los ingenuos. La tierra que no es ocupada por el orden establecido la ocupan otros pero no queda vacante.

El tercero es el principio de cronohermeticidad. Éste significa que, en política, no existe el tiempo perdido. El tiempo nunca es neutral. Siempre corre a favor o en contra. El que unos pierden, lo ganan otros. Pero no se anula de manera absoluta. Esa imposibilidad de fuga deviene de una hermeticidad total.

El reloj político avanza sin retroceso. El tiempo nunca se detiene ni se altera. No requiere impulso y no obedece freno. Prescinde de combustible y genera su propia energía. Funciona siempre y de la manera prevista. No puede descomponerse ni perecer. Es independiente y autónomo a plenitud. El tiempo es, por excelencia, el sistema perfecto.

En pocas palabras, un protectorado es un modo de tutela gubernamental que se da cuando un sistema resulta incapaz de servirse por sí mismo. Así, hoy son otros los que tienen que ver por Guerrero. La Federación con sus policías, con sus soldados, con sus fiscales y con sus comisionados. El gobierno-grande-del-centro con su dinero, con su información, con sus dádivas y con sus discursos.

Sin embargo, no cabe duda de que Guerrero se acabó, se perdió y se destruyó. Quizá algún día resucite, se recupere y se reincorpore. Pero, por lo pronto, en los hechos reales ha perdido su capacidad de maniobra, su autodeterminación y su propio albedrío. A las cosas por su nombre y el estado libre y soberano de Guerrero ya se convirtió en el Protectorado Federal de Guerrero.

 

*Abogado y político.

 Presidente de la Academia Nacional, A. C.

 w989298@prodigy.net.mx

Twitter: @jeromeroapis

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