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El trabajo en el aula

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El trabajo en el aula ha sido un problema de método, al menos en las tres últimas décadas, desde la Modernización Educativa y la Reforma Educativa de 1993. El dilema entre instruir o formar a los adolescentes de secundaria ya se había planteado desde los años setenta, con el método expositivo y memorístico o la innovación en la aplicación de métodos participativos y activos que involucren al estudiante en su propio aprendizaje.

Se intentaba en 1993 abandonar el conductismo que asentaron Thorndike, Watson y Skinner, y comenzar a contrarrestar su enorme influencia dominante durante casi todo el siglo XX, para plantear nuevas ideas pedagógicas germinadas, incluso, durante el apogeo conductista, por psicólogos y pedagogos como Vygotsky, Ausubel, Bruner, Piaget y otros, para llevar la educación al nuevo paradigma constructivista.

Es significativo tener presente que estos paradigmas no son mutuamente excluyentes; por el contrario, en la práctica muchas veces interviene más de uno. Lo importante es reconocer los beneficios que cada cual trae al proceso educativo según los momentos, el grupo, el tema, las circunstancias del entorno, para tratar de aplicar en la clase lo que se considere más efectivo.

Al entender las características propias que subyacen en cada visión de la educación, los docentes comprenden lo que ha pasado en la enseñanza y hacia dónde va la tendencia general; pero sobre todo realizan un análisis de su propia práctica docente, del planteamiento metodológico, de las estrategias de aprendizaje utilizadas, de los elementos de la planeación, de lo que más necesita conocer, cambiar, mejorar o adaptar de su cultura pedagógica.

La profesora Alexis Wiggins (Selecciones de mayo 2016), nos relata desde su experiencia, cómo vivió una clase típica en los zapatos de sus estudiantes de secundaria. Lo que descubrió vale la pena comentarlo. Su tarea consiste en apoyar a maestros y directivos a mejorar el desempeño de los alumnos; asunto, por cierto, del más vivo interés en la escuela contemporánea mexicana.

Entró a clases de primero y tercero para vivir una jornada tal y como la viven los alumnos, destinando un día para cada grupo. Tenía que hacer anotaciones del pizarrón, tomar apuntes con rapidez, ir al laboratorio, compartir la mesa en equipo, responder cuestionamientos de los profesores, contestar un examen si lo había, anotar las tareas, manejar libros y libretas diversos, permanecer sentada todo el día y guardar silencio como los demás alumnos.

Los estudiantes pasan todo el día sentados y para ellos resulta agotador. En cerca del 90 por ciento de las clases los alumnos de secundaria escuchan pasivamente, casi sin participar; y son muchos los datos que simplemente deben memorizar. Existe poca reflexión en el aula y escasas condiciones para construir el conocimiento y jugar con aquellos que son significativos para aplicarlos en asuntos de la vida real de los alumnos.

El primer día la maestra terminó completamente agotada y se angustió al revisar la gran cantidad de tareas que los maestros de las distintas asignaturas habían pedido. Lo peor lo vivió al día siguiente, al comprobar que era una réplica del anterior. La maestra reflexionó que si pudiera volver al pasado, cambiaría algunas cosas de las clases que daba, como por ejemplo: Impondría un estiramiento obligatorio a mitad de cada clase. El maestro siempre está de pie y no imagina el cansancio de los alumnos que deben permanecer sentados y callados.

Sacrificando un poco de tiempo para el aprendizaje, en cada clase establecería una actividad que obligara a mover manos, brazos y piernas. Era lamentable que la mayor parte del tiempo los alumnos la pasaran absorbiendo información de manera pasiva. Comprendió de golpe la poca autonomía que tienen los estudiantes para elegir o intervenir en su aprendizaje.

Reflexionó que si pudiera remontarse al pasado, cambiaría su forma de impartir las clases y daría lecciones rápidas y breves, acompañadas de actividades entretenidas que estimularan la participación y el aprendizaje. Utilizaría un cronómetro con alarma cada vez que se levantara a exponer un tema y todos la tuvieran que escuchar con atención. Al sonar la alarma, cedería el turno a los alumnos para que hablaran.

gilnieto2012@gmail.com

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