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En Veracruz, se huele el miedo

Superiberia

Por: Edgar Hernández  / columnista

¡Nos azotan las peores plagas!

Los cadáveres de once arrojados la madrugada de ayer a céntricas calles de Veracruz, el demoledor reconocimiento del gobernador Yunes de que se ha “recrudecido la violencia” y un 2017 negro que en su primeras ocho semanas suma 130 muertos, 12 secuestros y repetidos asaltos bancarios, a tiendas de conveniencia y a gasolineras y transeúntes, es el saldo de la inseguridad pública.
      Un saldo que tiene contra la pared a Veracruz.

      Un Veracruz donde se respira el miedo, donde se sabe a qué hora sales de tu casa, pero nunca a qué hora regresarás.

       Un Veracruz que observa con tristeza que Coatzacoalcos es el primer municipio con mayor violencia en México, que Minatitlán ocupa un sitial relevante en levantamientos y desapariciones forzadas y que Xalapa ya mismo está sitiada por la Gendarmería al salirse de control el orden establecido.

     Y es que para no pocos veracruzanos la situación de inseguridad nos ha colocado en un camino sin retorno sea porque nos tocó estar en el lugar y el momento equivocado, sea por toparse con una banda delincuencia o porque te tocó ser testigo de la batalla entre criminales en una disputa por la plaza.

      Dice el señor Gobernador que “no son dos, sino varios cárteles del crimen organizado los que se han instalado en Veracruz… pero que no le han declarado la guerra al Gobierno del Estado, es guerra entre ellos”.

     Es una temeraria afirmación que tal vez deslinda a su Gobierno, pero que en nada alivia la zozobra, que no detiene la barbarie y que, en modo alguno, da carta abierta a los ajusticiamientos, al cabo es una bronca entre ellos, entre los malos… acá los buenos estamos chambeando.

      Si se admite que “es una lucha por el control territorial” de los mafiosos, ¿dónde queda entonces la gobernabilidad…? ¿Dónde la autoridad de Gobierno, órgano supremo de toda organización social y garante de la paz social? ¿Dónde Seguridad Pública, la Fiscalía, la PGR, la Marina, el Ejército, si de todas manera somos espectadores de masacres?

      No da miedo, da pavor escuchar en voz del propio mandatario que en nuestro solar hay una guerra de cárteles por el control de Veracruz, lo cual pudiera interpretarse como que viene lo peor una vez que la organización criminal triunfante de esta sangrienta guerra se quede con la plaza.

     ¿Es que con el victorioso se gobernará?

     Lo de la masacre de hace unas horas nos regresa en el tiempo.

     Fue un 20 septiembre de 2011 en el marco de un encuentro de Jueces y Procuradores de todo el País donde esa madrugada Boca del Río y el mundo entero se despertaron con la noticia de 35 cadáveres arrojados a la vía pública.

      “Todos están ligados al crimen organizado”, apresuró en ese momento el gobernador Javier Duarte. “Es una pelea entre bandas criminales, por ello el crimen paga”, agregó restando importancia cuando los propios asistentes declararon que no se puede minimizar un hecho tan grave “como si todos los días se arrojaran a la vía pública decenas de muertos”.

      En ese entonces cayó el Procurador estatal, la Armada entró al programa “Veracruz Seguro”; se prometió que ahora sí se iba a terminar la inseguridad, pero… seis años después estamos peor que en ese momento.

      La historia con las mismas declaraciones pero diferentes gobernantes, se repite.

      Hoy, a un día de la llegada de la Gendarmería los criminales retan. Justo cuando el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong nos visita ahí le arrojan 11 nomás pa´que se acalambre tantito.

      Mientras, la ciudadanía inerme, insegura.

      Así, entre el miedo y la zozobra surgen las dudas ¿Todos eran Zetas? ¿Son los matazetas los que quieren la plaza? ¿Está comprobado el móvil del asesinato? ¿Quiénes son las dos mujeres ultimadas?

     Lo de la masacre de hace unas horas nos regresa más aun en el tiempo.

      A la era del “El Negro” Durazo, en la Ciudad de México -1970-. Para quienes cubríamos como reporteros la fuente policiaca era bien sabido  que con la delincuencia organizada –los Cárteles aún no existían- había un pacto de respeto territorial en donde los malosos no podían meterse con las familias, ni sembrar pánico en la vía pública o levantar prominentes ricachones.

     A los delincuentes se les permitía operar en un incipiente trasiego, no más, sin disputa territorial y estar fuera del área de influencia de “El Negro”… Hubo quienes se pasaron de lanza, mismos que fueron encontrados en el Gran Canal a las afueras del DF.

     Una forma extraña de gobernar que se haría costumbre a nivel Federal. Tan costumbre que en Veracruz los malosos, en la era Gutiérrez Barrios, fueron corridos a Puebla ante el disgusto del entonces gobernador Manuel Bartlet.

      El abuso de poder, sin embargo, al paso de los años, dio lugar a excesos tales que la criminalidad empezó a cohabitar con el Gobierno gestando lo que en la Fidelidad se llamó la narcopolítica.

     Entonces ya no se sabía quién era el Zeta 1, si el Gobernador o su secretario de Gobierno y en qué rango estaban los criminales. Al paso de los años se hizo incluso costumbre eso del cogobierno con el crimen organizado.

     Hoy pagamos las consecuencias al estar inermes ante los criminales que no están en guerra contra el gobierno –según ha dicho el propio gobierno-, simplemente traen un pleito entre ellos.

     ¡Que alivio!

     Tiempo al tiempo.

     *Premio Nacional de Periodismo.

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