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Error de juicio

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En México estamos ante una crisis multidimensional y la reacción del gobierno ha sido hasta el momento unidimensional: “Todo como hasta ahora”, “más de lo mismo”, “la vía habitual”. Business as usual, dirían los ingleses.

Según cuenta la historia, en 1914 los mandos militares (incluido Churchill), líderes políticos y empresarios británicos asumieron que Alemania podía ser rápida y fácilmente derrotada conduciendo los asuntos públicos mediante la “política habitual”. 

En lo que resultó ser un tremendo error de juicio, pensaron que las fuerzas armadas regulares serían suficientes, que no había que reclutar voluntarios, congregar a la sociedad o emprender algún otro tipo de acción que interrumpiera la normalidad. 

Pensaron que podían seguir con la política de business as usual. Subestimaron la situación y entraron en desventaja a la Gran Guerra. Los políticos y los ciudadanos pagaron caro. 

Algo similar le ha ocurrido al Presidente y a su equipo. Cuando Peña Nieto asumió la Presidencia, se le reconoció su acertada lectura de la realidad y su actuar en consecuencia. 

Llegó al cargo con una situación muy por debajo de sus expectativas: una votación menor a 40%, una elección cuestionada, una posición minoritaria en ambas cámaras y el fantasma del regreso a los “viejos modos del PRI”.

Su equipo estimó el descontento, calculó la situación de debilidad y ajustó su estrategia: perfil bajo en los meses de la transición, discurso sensible a las principales demandas sociales, voluntad de enfrentamiento con algunos poderes fácticos, ejercicio de conciliación con sus adversarios, operación de un pacto político con una agenda plural.

La estrategia fue exitosa, pero se engolosinaron con sus triunfos legislativos y se les olvidó que legislar no es gobernar. 

Cometieron un error de juicio. Desdeñaron el enojo de la sociedad por los persistentes niveles de inseguridad, corrupción e impunidad, desestimaron la precaria situación del empleo y los salarios de la mayoría de la población, ignoraron la molestia de los empresarios, relegaron a las clases medias y despreciaron el reclamo de justicia.

Atendieron las demandas de sus adversarios en la arena política, pero no las de sus representados en la arena social. Se conformaron con un pacto político y olvidaron el pacto social. Por soberbia, por ceguera o por incompetencia, Peña Nieto y su equipo dejaron de apreciar la gravedad de la realidad y los acontecimientos.

La desaparición de los 43 normalistas, la asignación y posterior revocación de la licitación del tren México-Querétaro, el escándalo de la Casa Blanca, y la marcha del 20 de noviembre han evidenciado la debilidad de las instituciones y el hartazgo social, pero también la pobreza de liderazgo. 

En otras palabras, han confirmado la crisis institucional, de confianza y, por añadidura, de liderazgo.

La crisis institucional ha quedado patente en la debilidad de los órganos encargados de la seguridad e impartición de justicia. 

Seguimos sin tener una policía capacitada para proteger al ciudadano, prevenir el crimen y contener la violencia; un Ministerio Público preparado para integrar expedientes y hacerlos valer frente a los jueces; un sistema judicial interesado en procesar a los delincuentes independientemente de su rango y condición; un sistema penitenciario apto para impedir que se siga delinquiendo desde los penales y para apoyar la
readaptación.

La crisis de credibilidad y legitimidad aparece en todos los indicadores: en el menosprecio a la democracia, en la desconfianza hacia los políticos, en la convicción de que los partidos trabajan para sí mismos y no para sus representados, en la asociación entre política y corrupción, en el 43% de ciudadanos que no se identifican con ningún partido (Buendía & Laredo.

 

                *Investigador del CIDE

                amparo.casar@cide.edu

                Twitter: @amparocasar

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