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Estrategia y táctica

Superiberia

  Por: Catón  / columnista

“Te invito a pasar un fin de semana en Acapulco”. Eso le dijo don Algón, salaz ejecutivo, a su linda secretaria Rosibel. “Ay, señor –contestó ella, nerviosa–. Me pone usted en una posición muy difícil”. Replicó don Algón: “De las posiciones allá hablamos”
 

Ya conocemos a doña Frigidia: es la mujer más fría del planeta. Fue al cine a ver la película “Fuego en el corazón” y su sola presencia en la sala bastó para que el corazón se helara. Alguien llamó a la puerta de su casa y don Frustracio, su marido, fue a abrir. Le dijo el hombre que había llamado: “Vengo a ver la congeladora”. Llamó don Frustracio: “Vieja, aquí te buscan”
Noche de bodas. El recién casado, solemne, le preguntó a su mujercita: “¿Soy yo el primero?”. Ella se impacientó: “¿Por qué todos los hombres preguntan lo mismo?”

La ecuación es sencilla: crimen organizado contra Gobierno desorganizado; fuerzas armadas fuertemente contra Fuerzas Armadas insuficientemente; arrojados delincuentes y sicarios contra soldados y policías aherrojados. Si esto es una guerra de seguro la perderán las Fuerzas del orden, que tan en desorden se están viendo. Las redes sociales se han llenado en estos días con abundantes memes, algunos de ellos muy ingeniosos, acerca de la insuficiencia testicular del encargado de cumplir y hacer cumplir la Ley. Al ver esos mensajes vino a mi memoria una anécdota perteneciente a la fiesta de toros, tan rica en anécdotas. Un muletilla le dijo a su mentor, torero de gran fama, que él también sería gran figura de la tauromaquia, pues tenía muchos hue….

Una tarde que el matador toreaba acercó el toro al burladero y le ordenó al muchacho que se asomara a la parte de abajo del animal”. ¿Quién los tiene más grandes? –le preguntó–. ¿Él o tú?”. “El toro, claro” –respondió el aspirante a diestro–. “Pues ahora ya lo sabes –le dijo el lidiador–. Esto no es cuestión de hue…”.

Tampoco lo es la lucha contra el crimen, que es cosa de estrategia y táctica, de previsión e inteligencia, de organización; todo, en fin, lo que faltó en el episodio de Culiacán, risible si no hubiera sido trágico. Quiero pensar, irredento optimista como soy, que López Obrador tiene un plan para tratar con la delincuencia, plan consistente en un pacto tácito de no agresión, en una especie de entente cordiale, alianza amistosa, por la cual el Gobierno daría a los delincuentes abrazos, no balazos (a lo más acusarlos con sus abuelitas) a cambio de que ellos se comprometieran a no causar daños a la población civil.

El problema es que un arreglo así provocaría la irritación de Trump, quien está preocupado por las debilidades de México y exigiría que el Gobierno le echara a este asunto lo que le sobra al toro y al torero le falta. Muchas aristas, pues, presenta el tema (palabra muy de moda), y no será fácil hallarle puerta de salida.

Quizá sería bueno empezar por poner la seguridad de los mexicanos en manos no de políticos ni de burócratas, sino de quienes tengan conocimientos y experiencia en cosas de seguridad. Eso haría que nos sintiéramos un poco más seguros. En el bar del campo nudista el socio le preguntó al mesero: “¿Tienes paperas?”. “No, señor –respondió el hombre–. Pero en algún lado tengo que guardarme las propinas”.

El novio de Glafira, la hija de don Poseidón, se presentó ante él a pedir la mano de la muchacha. Quiso saber el genitor: “¿Bebe usted?”. Inquirió a su vez el pretendiente: “¿Me está usted interrogando o invitando?”. Don Astasio le confió a un amigo: “Encontré a mi esposa con otro hombre”. Preguntó el amigo: “¿Tomaste alguna medida?”. “No –contestó don Astasio–. En ese momento quién se iba a poner a medir nada”.
FIN.

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