

Nayeli Ríos
El Buen Tono
Ixhuatlancillo.— La campaña de Fernando Ochoa Ochoa es una burla para el pueblo. Su discurso de renovación y compromiso social es una fachada detrás de la cual se esconde una historia de corrupción, traición y ambición heredada. Mientras presume recorrer el municipio, lo hace solo en la zona urbana, ignorando con descaro a las comunidades indígenas que han sido históricamente relegadas y hoy siguen sin ser escuchadas.
El candidato del Partido Verde llegó a la Comisión del Agua del Estado de Veracruz (CAEV) en Ciudad Mendoza gracias a las influencias de su padre, Fernando Ochoa Vergara, quien lo acomodó por favores políticos con el entonces diputado local Luis Arturo Santiago Martínez. Su paso por esa dependencia fue desastroso: dejó un cochinero administrativo, técnico y financiero que hasta la fecha sigue afectando el servicio en la región.
La carrera política de los Ochoa ha estado marcada por la traición. El patriarca abandonó al PRD cuando más lo necesitaban y le dio la espalda a Israel Pérez Villegas, el exalcalde que le financió la campaña y lo impulsó políticamente. Pese a ello, el oportunismo pudo más, y no dudaron en brincar a Morena para después traicionar también ese proyecto y refugiarse en el Partido Verde, buscando impunidad y poder a toda costa.
