

AGENCIA
Internacional.- Antes de que la humanidad dominara las reacciones químicas necesarias para obtener hierro puro de la tierra, este metal era prácticamente desconocido. Su gran reactividad hacía que en la naturaleza se encontrara siempre combinado con otros elementos, especialmente el oxígeno, lo que dificultó su uso durante miles de años.
Fue hasta el descubrimiento de procesos para separarlo de sus compuestos cuando se dio inicio a la llamada Edad del Hierro, un periodo histórico marcado por avances significativos en la metalurgia y la fabricación de herramientas y armas más resistentes.
Sin embargo, investigaciones arqueológicas han revelado que algunas culturas antiguas ya utilizaban hierro mucho antes de que iniciara esta era, aunque de una fuente poco común: los meteoritos.
Se han encontrado puntas de lanza, cuchillas y otros objetos, como algunos de origen egipcio y sumerio (aproximadamente del año 4 mil a.C.), forjados con hierro meteórico. Este tipo de hierro, al provenir del espacio, ya se encuentra en estado metálico y con una dureza inusual para la época.
Estas “piedras caídas del cielo”, de una resistencia sorprendente, debieron parecer regalos divinos para quienes las encontraron. En un mundo dominado por armas de bronce, el poder de una espada de hierro celestial era devastador: Podía cortar armaduras como si fueran mantequilla, cambiando el equilibrio en el campo de batalla y elevando el estatus de sus portadores.
No es de extrañar que el hierro fuera considerado una sustancia mágica y que las armas fabricadas con él se reservaran para faraones, emperadores o figuras sagradas. Hoy, estos vestigios no solo cuentan una historia de guerra y poder, sino también de cómo los antiguos pueblos miraban al cielo en busca de respuestas… y recibieron acero.
