


México.- El día en que Francia y el mundo se sacudían con la noticia del atentado contra la revista Charlie Hebdo -en el que, al grito de “Dios es grande”, se asesinaba a ráfaga vil a un grupo de caricaturistas críticos e irreverentes, es el mismo día en que, a horas de la madrugada, dejaba esta vida el periodista Julio Scherer. Qué mala pasada. ¿Qué hubiera dicho Don Julio de tan funesta coincidencia?
A primeras horas de la mañana, Proceso difundió la noticia a través de un texto que empezó a escribirse horas antes del deceso:
“Esta madrugada, alrededor de las 4:30 horas falleció el periodista Julio Scherer García… Llevaba poco más de dos años enfermo… En abril, cumpliría 89 años. El 17 de octubre pasado hizo lo que sería su última visita a la redacción que tanto amó…”, escribía, en ese texto, Alejandro Caballero, el atribulado periodista que recibió la difícil encomienda, de su director Rafael Rodríguez Castañeda, para escribir el reportaje especial con el que la revista Proceso anunciaría, horas después, la muerte de
su fundador.
La noticia sacudió de inmediato. Moría el periodista y escritor más reconocido de México de las últimas décadas; el protagonista de las grandes batallas por la prensa crítica e independiente en tiempos del autoritarismo pleno; el periodista que sorteó, junto con otros colegas, el peor de los embates posibles en el México del presidencialismo a ultranza: el golpe a Excélsior, operado desde la Presidencia de Luis Echeverría.
El golpe de julio de 1976 significó un parteaguas no sólo para medios y periodistas, sino para la vida de la Nación.
La historia se encargó, como se sabe, de colocar cada cosa en su lugar.
Echeverría vive, en el ostracismo, los días que le quedan en su casa de San Jerónimo.
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