


El canciller José Antonio Meade Kuribreña trabaja sin descanso en el propósito de retomar nuestro legítimo sitio en los organismos multilaterales y rescatar nuestra tradición de política exterior, para que vuelva a ser orgullo de México y de los mexicanos.
Sirva como botón de muestra el rotundo éxito alcanzado por la XXIV Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de gobierno celebrada en el hermoso y heroico puerto de Veracruz, bajo la profesional e impecable organización desplegada por el gobierno que encabeza Javier
Duarte de Ochoa.
Al respecto se reporta. “Éxito multilateral. Al inaugurar la XXIV Cumbre Iberoamericana, el presidente Enrique Peña Nieto señaló que Iberoamérica se ha fortalecido como una comunidad unida por principios, valores e identidad compartida.
Como parte de los desafíos que se tienen, urgió a contar con más y mejor educación para superar los retos que nuestras sociedades enfrentan, temas que junto con la innovación y la cultura serán abordados por los presidentes y ministros de 22 países, así como por el rey Felipe VI
de España.”
En la coyuntura que hoy atravesamos, México deberá rediseñarse como una nación integrada en la economía global interdependiente, lo que significa diversificar los vínculos diplomáticos y los intercambios del país de manera multidireccional y descentralizada.
Quizá a este paso México estará pronto en la liga de las naciones líderes en la producción de innovaciones con impacto global.
Por ahora, la viabilidad de México como proyecto nacional independiente y horizonte de largo plazo, dependerá de que, sin demora y a la mayor escala posible. Todos los agentes relevantes del quehacer nacional concierten esfuerzos para desplegar las infraestructuras indispensables para atraer, adaptar y potenciar las actividades innovadoras que, de manera exponencial, van haciendo explosión a escala planetaria.
La política exterior es ya política de desarrollo.
Celebremos pues que México retoma su prestigio como promotor y líder de las mejores causas de la humanidad: la paz mundial, el asilo a los injustamente perseguidos, la preservación del medio ambiente global, el desarme
nuclear planetario.
El fin del armamentismo, el libre intercambio de bienes y servicios, el impulso mundial a la ciencia y la cultura, el mejoramiento global de la condición de niños y mujeres. Éstas y otras semejantes, son banderas que el México global vuelve a enarbolar con la dignidad y eficacia con que lo hizo ya
por muchas décadas.
Las inmortales hazañas diplomáticas de Matías Romero, Isidro Fabela y Alfonso García Robles están ahí para mostrarnos el rumbo.
No se trata de desligarnos de los Estados Unidos y Canadá, sino de potenciar estos vínculos al tiempo que desplegamos otros igualmente intensos, sólidos y duraderos con los múltiples polos del nuevo crecimiento global.
Europa, Brasil, India, China y el resto del mundo son retos y oportunidades que no podemos
dejar pasar.
En América Latina, por ejemplo, urge fortalecer nuestra relación con Venezuela, país que tiene un gran peso en el mercado petrolero mundial. Según Goldman Sachs, México se convertirá en la séptima economía más grande del mundo en 2020 y aportará 7.8% del Producto Interno Bruto mundial, debido al aumento de la clase media y la rápida disminución de los índices de pobreza.
Es hora de proyectar, con gran vigor y destreza diplomática, la visión de un México que, de nueva cuenta, se ha puesto en marcha hacia un porvenir de prosperidad compartida, como lo viene haciendo el brillante equipo encabezado por el canciller José Antonio Meade Kuribreña y que tiene como uno de sus pilares más sólidos al embajador Carlos de Icaza González.
Es hora de mostrarles a nuestros clientes y socios actuales y potenciales la renovada gama de oportunidades de inversión e intercambio que se abren con la reforma energética. México necesita nuevos horizontes.
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