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“Las cuatro libertades”

Superiberia

Por: CATÓN / columnista

El marido llegó a su casa y sorprendió a su esposa en trance de refocilación con el vecino. “¡Ira de Dios! –profirió usando un juramento aprendido en tempranas lecturas de Salgari-. ¿Qué están haciendo?”. La señora se vuelve a su mancebo: “¿Lo ves? Te dije que no sabe nada”… Un tipo le contó a otro: “Anoche vi una película francesa de la nueva “ola”. En la primera escena un hombre y una mujer están haciendo el amor y…”. “Un momentito –lo interrumpe el otro-.

Si los que están haciendo el amor son un hombre y una mujer, esa película ni es francesa ni es de la nueva ‘ola’”… El agente de seguros le sugirió al joven recién casado: “Ahora que tiene usted esposa debería tomar un seguro de vida”. Replicó el muchacho: “La verdad, no creo que sea tan peligrosa”… Afrodisio, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, llevó a la joven Dulcilí, muchacha ingenua, a un día de campo. Al pasar por un prado vieron a un toro que cumplía su función natural con una vaca. Le dijo él a ella con voz insinuativa: “¡Cómo me gustaría hacer lo mismo!”. “Puedes hacerlo –autorizó la candorosa chica-. Nada más espera a que termine el toro, no se te vaya a enojar”… La mamá de Rosibel se preocupó bastante cuando su hija le informó que se iba a casar con don Senilio, un señor que tenía más años que dos pericos juntos. “Pero, hijita –le dijo consternada-. Tú vas a cumplir 19 años, y ese hombre ya es un setentón”. Contestó Rosibel: “Sí, mami; pero tiene un condominio en Miami, un hotel en París, un departamento en Nueva York, una villa en la Toscana y una casa en Saltillo. También tiene un yate y una limusina con un capitán y un chofer jóvenes y guapos”… El ciempiés hembra le confió a su amiga: “Es un problema hacer el amor con mi novio. Cuando él termina de quitarse los zapatos a mí ya se me pasaron las ganas”… Un argentino le comentó a otro: “Oí cantar a la vedette Nalgaria. Para ser sincero te diré que tiene más pompas que voz”.

“No puede ser –se amoscó el otro argentino-. ¿Más pompas que yo?”… Norman Rockwell, ilustre ilustrador americano, pintó en 1943 una serie de cuatro óleos para la revista The Saturday Evening Post. El título de la obra es “Las cuatro libertades”. Alude a las que el Presidente Franklin D. Roosevelt consideraba indispensables para el hombre: libertad de expresión y de creencias; libertad para vivir sin carencias ni temor.

Preguntémonos de cuántas de esas libertades gozamos en nuestro País. Con pena hemos de responder que sólo disfrutamos de una: la libertad religiosa. La mayoría de los mexicanos viven en condiciones de pobreza. Todos, ricos y marginados por igual, sufrimos el temor que causan la violencia y la inseguridad. La libertad de expresión es de continuo amenazada  por políticos o burócratas que dictan disposiciones que serían risibles si no fueran atentatorias contra ese derecho básico de la persona humana, el de expresarse libremente.

La radio y la televisión están aherrojadas por el Gobierno y por los partidos políticos, cuyos mensajes, innumerables y machacones, se deben trasmitir obedeciendo “pautas” de las cuales ninguna televisora o estación de radio se puede apartar so riesgo de multas, y aun de clausura del medio. Ahora, bajo el pretexto de defender al auditorio de abusos por parte de los comunicadores, se inventan nuevas y absurdas normas.

Es bueno que el Presidente Peña Nieto haya iniciado una controversia constitucional para evitar que prevalezcan esas disposiciones insensatas que lo mismo atentan contra la Ley que contra la razón.

Rechacemos todo freno a la libertad de expresión. Ya que no podemos vivir libres de la pobreza y el temor, vivamos por lo menos libres de imposiciones y mordazas…  FIN.

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