De la redacción
El Buen Tono
Orizaba.- Mientras el ayuntamiento de Orizaba que preside Juan Manuel Diez Francos presume tener una “Unidad de Manejo Animal” (UMA) ejemplar, la realidad muestra todo lo contrario: el león que permanece enjaulado bajo el puente Independencia, detrás del Palacio Municipal, sufre hambre, estrés y abandono por el descuido del personal encargado de su cuidado.
De acuerdo con testimonios recabados, el felino pasa horas sin alimentarse porque los trabajadores olvidan abrir la reja de la cabaña donde permanece encerrado durante toda la mañana y parte de la tarde. Aunque la comida llega entre las 14:30 y las 15:30 horas, el animal no puede acceder a ella, pues la puerta simplemente no se abre.
Después de las 16:30 horas, la escena se vuelve desesperante: el león maúlla, rasca la reja, se revuelca junto a la puerta y gira sobre sí mismo en un comportamiento claramente derivado del estrés y la ansiedad. A pesar de esto, los cuidadores actúan con indiferencia total, ignorando las señales de sufrimiento del animal.
La situación se agrava por las condiciones insalubres del lugar. Testigos reportan la presencia constante de ratas, que pueden contaminar los alimentos del león, quien además padece alergia a las pulgas, lo que hace aún más delicado su estado. Dentro de la jaula, tras el retiro de los trabajadores, permanecen escaleras, fierros y herramientas de obra, lo que evidencia el desorden y la falta de control en el manejo del espacio.
Pese a estas irregularidades, el gobierno municipal mantiene su discurso triunfalista sobre el “bienestar animal”, cuando en los hechos lo que impera es la negligencia, el desinterés y la falta de supervisión real. Este episodio confirma lo que distintos colectivos y ciudadanos han denunciado: que la UMA funciona como una fachada institucional para ocultar un zoológico disfrazado, donde los animales sobreviven entre el ruido, el encierro y el abandono.
Mientras tanto, el león continúa rugiendo entre las rejas de su jaula, no como símbolo de fuerza, sino como un recordatorio doloroso de la indolencia con la que las autoridades tratan a los seres vivos que dicen proteger.


