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Les urgía casarse

Superiberia

Por: Catón   / columnista

El verdugo dijo en el teléfono: “Después te llamo. Ahora tengo que colgar”… “¿Por qué desde hace tiempo usas únicamente ropa interior de color negro?”. Esa pregunta le hizo don Chinguetas a su esposa. Respondió la señora: “Llevo luto”. “¿Luto? –se sorprendió el marido–. ¿Por quién?”. “Por ti” –contestó ella–. “¿Cómo por mí? –se amoscó don Chinguetas–. No estoy muerto”. “Tú no –replicó la señora–, pero cierta cosa tuya no da ya señales de vida”…

Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, visitó la cárcel del condado como parte de la labor social que un día de cada año realizaba la Sociedad Caritativa Salomé, de la cual era secretaria perpetua. Le preguntó a uno de los presos: “¿Cuánto tiempo deberá usted estar aquí, buen hombre?”. Respondió, hosco, el individuo: “Me echaron tres condenas consecutivas: una por 99 años, otra por 110 y la tercera por 125”. “Cuánto lo siento –se condolió doña Panoplia–. Pero no desespere. Mire: ya casi se pasó otro día”…

Una joven mujer llegó a la clínica y se dirigió a la recepcionista: “¿Hay aquí algún urólogo psiquiatra?”. “¿Urólogo psiquiatra? –repitió la chica–. No conozco esa especialidad. ¿Para qué necesita usted un urólogo psiquiatra?”. Explicó la mujer: “Es que esa parte de los hombres me vuelve loca”… Una pareja de novios llamó a la puerta de la casa del juez de paz. Era viernes, el reloj marcaba las 11 de la noche y el señor se había acostado ya. Acudió, sin embargo, en bata y en piyama, a ver quién era.

El muchacho, después de disculparse por la inoportunidad de la visita, le pidió al juez que los casara. “¿Traen ustedes los documentos necesarios? –preguntó el funcionario–. ¿Actas de nacimiento, certificados de salud, licencia de matrimonio?”. “No, señor –confesó el joven–. La urgencia de casarnos nos vino de repente”. “Sin esos papeles –opuso el juez–, no puedo llevar a cabo la ceremonia. Deberán ustedes esperar hasta el lunes”. Preguntó tímidamente la muchacha: “¿Y no puede decirnos algunas palabritas que nos sirvan para el fin de semana?”… Aquel cazador se jactaba de que su perro era muy inteligente: nomás le faltaba hablar. Para probarles eso a sus amigos le ordenó al perro: “Ve al estanque y dinos si hay patos”. A poco regresó el can. Para asombro de los cazadores venía arrastrando por el hábito a una asustada monja. Explicó el dueño del perro: “Dice que hay de a madre”…

Nalgarina Grandchichier, corista, dio a luz un hermoso bebé. Una compañera le preguntó: “¿Cómo le vas a poner?”. Respondió Nalgarina: “Se llamará Adolfo Pedro Jorge Antonio Pablo Ricardo Alfonso Bernardino Jaime Ernesto José Luis”. Preguntó asombrada la otra: “¿Por qué tantos nombres?”. Explicó Nalgarina: “Cualquiera de ellos puede ser el padre”… Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Les contó a sus amigos en el bar: “Todos los domingos llevo a mi esposa al bosque”. Preguntó uno: “¿Le gusta mucho?”. “Pienso que no –respondió Capronio–, porque todo los lunes está de regreso en la casa”…

El mago tenía una hermana. Le pidió que lo ayudara a practicar el truco de partir con un serrucho a una mujer. Ahora el mago tiene dos medias hermanas… En ausencia de su marido la señora se estaba refocilando en el lecho conyugal con un predicador venido de Alemania. Le dijo: “Mi esposo me dio permiso de tener un pastor alemán. Esto no es más que una interpretación de sus palabras”… La artista estaba pintando un desnudo masculino. Al inclinarse sobre la tela dejaba al descubierto la plenitud de sus encantos pectorales. Le advirtió a su modelo: “Contrólese, joven, o no podré llevar el cuadro a ninguna exposición”………FIN.

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