

La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha hecho historia al ordenar la liberación inmediata y absoluta de Juana Hilda González Lomelí, quien llevaba dos décadas en prisión acusada falsamente del secuestro y asesinato de Hugo Alberto Wallace, hijo de la activista e influyente empresaria Isabel Miranda de Wallace, recientemente fallecida en circunstancias poco claras.
Esta sentencia, redactada por el ministro Alfredo Gutiérrez, representa un golpe frontal a uno de los montajes judiciales más escandalosos en la historia contemporánea de México. La Corte concluyó que las pruebas que sostuvieron la condena contra Juana Hilda fueron obtenidas mediante tortura, amenazas y violaciones al debido proceso. El fallo detalla cómo la mujer fue presionada por agentes de la entonces Procuraduría con amenazas de violación, tortura e incluso daño a su familia, para que se “autoinculpara” de un crimen que no cometió.
La resolución destaca que la declaración autoinculpatoria, piedra angular del caso, fue arrancada bajo coerción, y por tanto es inválida, lo que convierte toda la investigación y posterior condena en un acto de injusticia institucional. A pesar de que inicialmente no se encontró ninguna prueba en el domicilio de Juana Hilda, días después de su confesión forzada “milagrosamente” apareció una licencia de conducir de Wallace y una gota de sangre en la tina, evidencia que hoy la Corte considera sembrada.
Además, el fallo es un duro revés para la Fiscalía General, que intentó hasta el último momento detener la votación alegando que no era el momento “político oportuno” debido a la reciente elección de una nueva Corte. Sin embargo, los ministros decidieron seguir adelante, en lo que muchos consideran el último gran acto de independencia del actual máximo tribunal, antes de ser reemplazado por jueces elegidos por voto popular en septiembre, la mayoría afines al oficialismo.
El caso también expone la impunidad con la que operaron figuras del poder político y judicial durante años, favoreciendo la versión construida por Miranda de Wallace, quien, según la sentencia, habría encabezado un montaje con apoyo de autoridades de alto nivel.
Este fallo no solo devuelve la libertad a una mujer que pasó 20 años injustamente encarcelada, sino que también lanza un poderoso mensaje sobre la necesidad de depurar el sistema judicial mexicano. La historia de Juana Hilda es el símbolo vivo de cómo la justicia puede ser manipulada, pero también de cómo, pese a todo, aún es posible revertir la injusticia.
Una verdad sepultada por años ha salido a la luz. Y con ella, el inicio de un nuevo capítulo en la lucha por una justicia verdaderamente libre e independiente en México.
