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Llegó el mensaje del almanaque

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 Por: Catón  /  columnista

Dulcibella, muchacha en flor de edad, casó con don Calendárico, señor de muchos almanaques. Preocupada por la edad de su marido fue con el doctor Ken Hosanna, y éste le dio unas píldoras rejuvenecedoras con la indicación de que le diera a su esposo una cada día. La noche de bodas, sin embargo, ella le puso diez en la copa de champaña. Él se fue a dormir, pero por la mañana se levantó lleno de vigor. “¿Nos quedamos en la cama?” –le preguntó, mimosa, Dulcibella. “No puedo –respondió el añoso señor-. Se me hace tarde para ir al kínder”… En unas maniobras de la flota el capitán de un navío dio órdenes tan desatinadas que estuvo a punto de hacer fracasar el ejercicio. El almirante le envió un claridoso mensaje el cual lo ponía de oro y azul. Lo recibió el joven telegrafista y con mucha pena se lo llevó al capitán, que en ese momento se hallaba con sus oficiales. “Señor -le dijo al oído-. Acaba de llegar este mensaje del almirante para usted”. “Léemelo” –le ordenó el capitán. Nervioso, el muchacho vaciló. “Mi capitán –le sugirió en voz baja-. Creo que es mejor que lo lea usted mismo”. El capitán se irritó: “¿Qué le sucede a este hombre? -preguntó a sus oficiales-. El almirante me envía un mensaje y este marinero se resiste a leérmelo. Léelo, te digo”. El muchacho, obediente, dio lectura al mensaje. Decía: “Estúpido. Idiota. Imbécil. Torpe. Majadero. Mentecato. Asno. Animal. Pen…”. “Muy bien -dijo entonces el capitán con toda calma-. El mensaje viene en clave. Llévalo a la sala de códigos y que lo descifren”… Pirulina se fue a confesar. “Me acuso, señor cura –le dijo al sacerdote-, de que un hombre me pidió que cometiéramos el pecado original”. Inquirió el confesor, severo: “Y ¿lo cometiste?”. “Sí, padre

–admitió Pirulina-. “Pero, la verdad, no me pareció tan original”…  Don Chinguetas y doña Macalota fueron con un consejero matrimonial y le dijeron que su vida conyugal era muy pobre. De hecho era paupérrima. El terapeuta les sugirió: “Deben ustedes ejercitar la fantasía. La próxima vez que hagan el amor imaginen que están en medio del mar en un barco velero. Esa visión romántica les ayudará a disfrutar más el acto del connubio”. Una semana después el consejero llamó por teléfono a doña Macalota y le preguntó: “¿Cómo van las cosas?”. “No muy bien” -respondió ella con tristeza-. Quiso saber el terapeuta: “¿Hicieron lo que les dije, imaginarse que iban en un barco velero?”. “No lo hicimos, doctor -respondió ella-. Mi marido no pudo izar la vela”… Doña Jodoncia le dijo a la amiga que la visitaba: “Todo lo que hay en mi casa te lo puedo prestar. Menos a mi marido, claro”. “Naturalmente” -contestó la amiga-. Y remató doña Jodoncia: “A él te lo doy”… El famoso, pero inseguro actor se casó por fin. Al terminar la luna de miel y llegar a su casa su flamante mujercita le dijo: “Laurencio: debo hacerte una confesión. Padezco de asma”. “Praise the Lord! -exclama con alivio el actor alzando los brazos al cielo en dramático ademán-. ¡Todas estas noches he pensado que me estabas siseando!”… Ya conocemos a Capronio. Es un individuo ruin y desconsiderado. Cierto día le contó a un amigo: “Mi suegra tiene cuerpo de Coca-Cola”. Y añadió: “De Coca-Cola de bote”… El marido trataba de convencer a su esposa de que ingresaran en un club nudista. Ahí, le dijo, podrían ventilar sus diferencias. Ella se resistía a la invitación. “Vamos, mujer –insistió él-. Te aseguro que será una experiencia interesante”. Repitió la señora: “Ya te dije que no. Jamás me convencerás de ir a un lugar donde todas las mujeres llevan lo mismo”… FIN.

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