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Los altibajos de la política

Superiberia

 Por: Catón  / columnista

En el solitario paraje llamado El Ensalivadero le preguntó Libidiano, lúbrico galán, a Pirulina, linda chica: “Si trato de hacerte el amor ¿gritarás pidiendo ayuda?”.  Respondió ella: “Sólo en el caso de que la necesites”… La suegra de Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, vivía sus últimos momentos. En el lecho de agonía la señora abrió los ojos, miró a través de la ventana y murmuró: “¡Qué hermoso amanecer!”. Capronio le dijo con alarma: “¡No se me distraiga, suegrita! ¡Ande, métase en el túnel!”… Hacía mucho tiempo que no asomaba por aquí doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías. La ilustre dama, censora de la pública moral, leyó el cuento que viene al final de esta columna y lo calificó de “nefario”. Dura palabra es ésa, pues define a lo que es indigno de lo humano. Pese al exabrupto de doña Tebaida el dicho relato aparece hoy aquí. Léanlo mis cuatro lectores después del siguiente comentario… No sé de alta política, si es que hay alguna forma alta de política. Tampoco sé de baja política, y eso que la tengo en mi País. De hecho no sé nada de ningún tipo de política. Y me pregunto si hay alguien en el mundo que sepa algo acerca de ese juego de poder en que unos cuantos ganan y el pueblo siempre pierde. Así las cosas no puedo opinar acerca de lo que está pasando en Siria, ni de las posibles consecuencias de las acciones bélicas emprendidas ahí por Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. Algo puedo decir, sin embargo, pese a mi desconocimiento de las cuestiones internacionales. Tal como hicieron los Bush, padre e hijo, que comprometieron a su país en una guerra irracional y turbia, Trump se está metiendo en un berenjenal del que no es posible que salga bien librado, y que otra vez expone a la nación vecina a los peligros de la venganza terrorista. En el campo de los negocios, Trump fué un Midas que convertía en oro todo lo que tocaba. Ahora, como Presidente de los Estados Unidos, es un Midas al revés: todo lo que toca lo convierte en le mot de Cambronne, la palabra de Cambronne. Esa palabra es “merde”. La pronunció en Waterloo el general francés Cambronne cuando los ingleses le intimaron rendición. Su respuesta fue ésa: “Merde!”. Esperemos a ver en qué para la incursión de Trump en Siria. Lo más probable es que termine en le mot de Cambronne… Viene en seguida el cuento que desató las iras de doña Tebaida… Dos compadres paseaban una noche por el parque, y vieron a través de la reja que lo circundaba a una musa de la noche que ofrecía sus servicios a los transeúntes. La llamó uno de los compadres y le preguntó el monto de su tarifa u honorarios. La mujer metió la cabeza por entre los barrotes de la reja para contestarle, y le informó que su arancel era de mil pesos; 2 mil por las tres cosas. “¡Estás loca! –replicó, desdeñoso, el que había preguntado-. Ni que estuvieras tan buena”. La sexoservidora se ofendió. Rebufó con acento destemplado: “¡Desgraciado cuentachiles! ¡No has de tener ni en qué caerte muerto, méndigo! ¿Para qué preguntas si no tienes con qué responder?”. Tras ese desahogo la musa nocturnal se dispuso a retirarse, pero no pudo sacar la cabeza de la reja, pues se le había atorado entre los barrotes. El agraviado por la mujer cobró venganza saciando en ella sus bestiales rijos. Se valió de la circunstancia de que la infeliz no podía defenderse, apresada como estaba por la reja del parque. Acabado el infame y abusivo trance el tipo le dijo a su compañero: “Ahora sigue usted, compadre”. “Gracias -respondió el otro con mucha cortesía-, pero no creo que mi cabeza pase por entre los barrotes de la reja”… FIN.

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